Melinda Haynes dijo:

"Forget all the rules. Forget about being published. Write for yourself and celebrate writing".


Seguiré el consejo de Melinda Haynes.

30 de enero de 2010

14

CAPÍTULO DIECISIETE. La playa.

Isabela ya se había levantado de su cama y comenzaba a sentirse un poco mejor, pero se sentía cansada todo el tiempo. Le llevé algunos dulces para alegrarle el día y conversamos de todo pero lentamente, para que no se fatigara de más.

-¿Y vas a ir a la playa?
-Así es. Mañana me voy y regreso el domingo, como Pablo.
-Genial –suspiró-. ¿Me vas a traer algo?
-¿Qué quieres que te traiga, Isabela?
-No lo sé… Arena en un frasquito –me reí un poco por su petición.
-De acuerdo, te traeré arena en un frasquito.
-¿Sabías que odio este programa? –dijo de repente, refiriéndose a Los Hechiceros de Waverly Place.
-¿Entonces por qué lo miras? –a mí tampoco me gustaba mucho, pero supuse que ella, por ser pequeña, amaría todo lo de Disney.
-Porque no hay nada más que ver –claro, la resolución más fácil.

Continuamos con una conversación sin sentido y fue hora del almuerzo. Mi tía y yo salimos a comer pizza y nos llevamos a Isabela con nosotras. Su madre no quería dejarla ir, pero Pablo y su padre, por medio del teléfono, la convencieron.

-¡Esto sí que amo! –exclamó-. Queso, queso, queso y más queso –y le pegó un gran mordisco a su trozo de comida italiana.
-Lo sé, es delicioso –comentó mi tía-. Entonces, Regina, ¿quiénes van a ir a la playa, exactamente? Ya sé que ya cuentas con el permiso de tu madre, pero me gustaría saber.
-Fernanda, Pablo, Julio, Luis, Andrea, Guillermo, Bea y Daniela. No estoy segura de si olvido a alguien…
-Muy bien –se encogió de hombros.
-Vas a pasar un fin de semana completito con Pablo –intervino Isabela, y yo fingí muy bien.
-Así es, pero también con sus amigos y dos de mis mejores amigas.
-Pero también con Pablo –quería callar a Isabela de una vez.
-¿Te gusta? –inquirió mi tía.
-¡Tía!
-Vamos, no es nada del otro mundo. No importa, de todas formas. Además es un buen chico.
-Gracias –dije forzadamente. Vaya niña era Isabela. Y pensar que todos creían que era muy inocente.

Regresamos a casa para que la madre de Isabela no estuviera más preocupada. Abrió la puerta y nos invitó a entrar.

-¿La pasaste bien?
-La pasé increíble, mami –sonrió.
-Hola, Regs. ¿Lista para mañana? –bajó Pablo del piso de arriba.
-Listísima. Tengo la maleta hecha desde hace un par de días.
-Yo todavía no, creo que lo haré mañana –su madre lo fulminó con la mirada-. Recuerda llevar poco equipaje, Regina. Espera… eso es imposible, nunca lo lograrías –molestó. Llegó hasta mí y me abrazó. Sentí cómo me derretía en sus brazos. Luego saludó a mi tía y le dijo-: vamos a salir mañana a las nueve de la mañana. Nos llevará el hermano mayor de Luis, que tiene diecinueve años.
-De acuerdo, gracias, Pablo –sonrió ella.
-¿Vamos a dar una vuelta? –me dijo Pablo, mostrando las llaves del auto de su madre. Su mamá sólo sacudió la cabeza y yo volteé a ver a mi tía.
-¿Puedo? –le pregunté.
-Sólo una hora.

Pablo me tomó de la mano y abrió la puerta de un tirón. Corrimos hacia el Mazda y yo apenas me pude despedir de todas.

-Aprovechemos esta hora –propuso.

Arrancó de inmediato y a velocidad media salió a la calle, pero cuando estuvo lejos de la mirada de su madre presionó el pedal.

-Entonces, ¿a dónde vamos? –pregunté.
-A casa de Andrea.
-Ah –al parecer no oculté mi decepción.
-¿Qué pasa? ¿Celosa? –rió.
-Claro que no.
-Por favor, Andrea es sólo mi mejor amiga.
-Pero no es nada fea… -dije recelosa.
-Cierto. Pero tú eres mejor, y por mucho –volteó a verme y me sonrió.
-¿Has tenido novia, Pablo? –cada día me volvía más y más atrevida, lo cual no era del todo bueno. Pero es que la curiosidad me mataba, y siempre se me olvidaba preguntárselo a las chicas.
-Sí.
-De acuerdo… ¿No vas a decirme cuántas o quiénes?
-No preguntaste eso. Pero ya que quieres saber, te digo. He tenido dos, a los trece y a los quince -cuando dijo quince me quedé estupefacta. Significaba que apenas el año pasado había estado con alguien-. A los trece fue Melisa, una chica que no conoces y que no está en el colegio. A los quince fue Luisa, pero ella se mudó y por eso tuvimos que terminar. Estuve mucho tiempo con ella… se fue unos tres o cuatro meses antes de que te mudaras aquí.
-Lo siento –susurré.
-Gracias, de todos modos estoy muy bien. ¿Y tú has tenido novio?

De nuevo me atacó el mismo pánico que me había entrado cuando tiempo atrás Rodrigo me preguntó eso. ¿Qué le iba a responder a Pablo?

-También dos –lo cual era más o menos cierto-. Pero nada importante, lastimosamente. Me avergüenza admitirlo, a decir verdad.
-Tranquila, no pasa nada –me consoló-. Oye, tengo una idea mejor. Vamos al parque y te tomo fotografías.
-Sí, claro, y me muero de vergüenza. No sería bueno que me mataras, a mi tía no le gustaría.
-No morirás. Yo no dejaría que eso pasara.
-De acuerdo, pero no quiero. Vamos a donde Andrea o no vamos a ninguna parte.
-Muy bien, vamos para allá entonces.

La corta hora se pasó como si hubieran sido apenas cinco minutos. La casa de Andrea era muy bonita, aunque algo pequeña. También estaban otros amigos del grupo de Pablo. Reímos, hablamos y la pasamos muy bien, pero era hora que Pablo me regresara. Nos despedimos y entré a casa.

La tarde y la noche pasaron con velocidad y llegó el afamado viernes. Salimos a las diez, no a las nueves como habían dicho. Pero no me importaba eso. Íbamos en una camioneta muy grande, algo apretados pero divertidos. La casa de playa de Luis era enorme y hermosa. El mar lo era todavía más, por supuesto.

Anduvimos en moto una hora antes del almuerzo. Entramos a la refrescante casa y almorzamos pescado frito, el cual estaba exquisito. Después, en la tarde, nos metimos en la piscina y nos asoleamos. Llegó la noche y caminamos por la playa.

-Pensar que dentro de tres días estaremos en el colegio de nuevo –se lamentó Julio.
-¡Cállate de una vez! –Le alegó Pablo-. Hay que disfrutar el ahora –imitó al profesor de filosofía.
-Es que no puedo sacarme de la cabeza que no terminé el proyecto que es para el martes, y me falta muchísimo.
-Eso por torpe –agregó Andrea-. Lo hubieras hecho hace días, como yo.
-¿Proyecto? ¿Cuál proyecto? –pregunté alarmada.
-Vaya, esta chica está peor que yo –se extrañó Julio.
-El de biología. ¡No digas que no te dije, Regina!
-Espera… ¿El de los átomos? Ah, pues ese lo terminé hace varios días, Bea, tranquila.
-¡Gracias al cielo! En verdad estaba sorprendida al pensar que eras más despistada que Julio, Regs –rió Fernanda.
-Oigan, ¿por qué no vino Susana? –intervino Dani.
-Se enfermó, de gripe, ¿no?
-Sí, gripe. Pobre, en verdad quería venir.
-Ya podrá venir otro día –aseguró Luis-. No soy tan egoísta, saben que esta casa está abierta todo el tiempo. Hemos venido unas… unas siete veces este año, ¿no?
-Creo que han sido más… -dijo Pablo.

Y la conversación se alargó por horas.

Era más o menos la una de la mañana, pero seguíamos despiertos. Teníamos ganas de ver una película pero no nos decidíamos por ninguna. Eso no me molestaba para nada. Yo me encontraba muy a gusto con tantos amigos de verdad. Entonces vi que Pablo salía de la habitación y decidí seguirlo.

-¿A dónde vas? –me interesé.
-A traer un suéter, me está dando frío –respondió. Dio un gran bostezo y luego agregó-: ¿sabes con qué se me quitaría el frío más rápido?
-No, ¿con qué?
-Con un fuerte abrazo.
-Sí, tienes razón –fingí no entender que era lo que pedía.
-Prometiste darme uno en la playa, por si no te acuerdas –abrió los brazos lo más que pudo.
-Cierto, pero no te dije cuándo ni qué día.
-Por favor –rogó.
-Pero uno pequeñito –dije sin poder contenerme.

El abrazo “pequeñito” fue un abrazo largo y delicioso, al menos para mí. Me preguntaba cómo haría él para poder oler siempre de esa forma tan agradable.

-Gracias –dijo él, y me dio un suave beso en la mejilla. Nunca me había hecho un gesto como ese.
-No hay de qué… -fue lo único que pude responder.
Regresamos al cuarto donde estaban todos y comenzaron a molestarnos, pero les explicamos que sólo habíamos ido por un suéter.
-Si ustedes lo dicen –contestó sarcásticamente Julio.



A la mañana siguiente, o mejor dicho unas horas más tarde, encontré un papelito sobre mi maleta.
“Ve a la cocina y desayuna leche y galletas”.
¿Qué era eso? Fui a la cocina como mandaba el papel y busqué por todas partes la leche y las galletas. Fue en un pequeño armario que encontré una margarita y otro papel.
“Así y más hermosa eres tú. Llévate la flor, pues es tuya. Ahora dirígete a la
piscina”.
Llegué a la piscina y un paquetito azul llamó mi atención. Adentro había tres chocolates deliciosos, y otro papel.
“Disfrútalos, Sunny Daze. Ahora ve a la playa y lee el mensaje escrito en la
arena”.

Todo esto estaba siendo muy divertido y emocionante. Me preguntaba dónde estarían todos escondidos, pues no encontraba a nadie por ningún lado. Pablo había sido muy especial y mi corazón saltaba como loco.

“¿Verías una película conmigo, esta noche?”, firmado por C. B., era lo que estaba en la arena.

A lo lejos vi al grupo reunido conversando, gritando y bromeando. Pablo me observaba. Se levantó y caminó hacia mí.

-¿Qué dices? ¿Estás dispuesta a pasar dos horas a mi lado frente a la tele?
-Por supuesto que sí, Care Bear –me sonrojé.
-Qué linda, estás como un tomate –me besó la frente.
-Dime cómo quieres que no esté así –reí nerviosamente.
-Te quiero –susurró. Por primera vez Pablo lo había dejado así de claro frente a frente. Cosas asombrosas de verdad estaban pasando ese fin de semana. ¿Qué me iba a importar que el lunes comenzáramos clases de nuevo y que el martes teníamos la entrega de un proyecto? La estaba pasando increíble.

El día estuvo fantástico. El sol brillaba y ahora sí lo encontraba hermoso, no como cuando solía considerarlo un horrible tormento. Sentía cómo la alegría llenaba mi pecho y revolvía mi estómago. Bea y Dani estaban sorprendidas de lo feliz que me encontraba, y sabían de sobra que no era por lo refrescante del agua de la piscina.

Llegó la noche y todos, “por pura casualidad”, prefirieron caminar por la playa largo rato como la noche anterior. Todos menos Pablo y yo, claro. Él había ordenado la sala de estar y acomodado el sofá.

-¿Qué vamos a ver? –salté.
-Ya verás.

Y me quedé boquiabierta cuando “Perdona si te llamo amor” comenzó.

-Es una de mis películas favoritas, y es extranjera –sonreí.
-Lo sé. Y yo sé que amas las extranjeras. Además, hace exactamente cinco semanas hablábamos de libros y me decías que estabas releyendo por cuarta vez el que inspiró esta película.
-Pones mucha atención a lo que digo –me sorprendí.
-Así es, no me pierdo nada de lo que dices –sonrió. Se sentó a la par mía y me ofreció algo de beber. Había llevado limonada muy fría, algo raro porque en esa casa sólo había visto latas de Coca Cola.

La película continuaba y apenas había llegado la parte donde la protagonista surfeaba y el protagonista la observaba. Pablo acercó su mano a la mía y me miró.

-Eres bonita –acercó un poco su cara a la mía. Sus ojos eran aun más hermosos de cerca-. Siempre fuiste hermosa.
-Gra… gracias –pude decir. Entonces puso su otra mano blanca y fría sobre mi mejilla, exhaló un poco de aire en un suspiro y yo aspiré su delicioso aroma. Mi corazón se movía a mil por hora. Sentía que no podía respirar, que me daría un ataque cardíaco de un momento a otro. Nunca antes me había sentido así antes de dar un beso, porque sospechaba que eso era lo que venía.

Entonces comenzó a alejarse, y yo apoyé mi cara en su mano. No dejábamos de vernos. Nuestros ojos llegaban hasta lo más profundo que se podía. Nuestras respiraciones eran rítmicas; profundas y lentas, tratando de equilibrar nuestros corazones acelerados. Miraba a Pablo y lo único que miraba era la perfección. Jamás había sentido algo así por alguien, tal vez porque este amor que sentía hacia ese chico tan especial había comenzado en una verdadera amistad y confianza, avanzando despacio, sí, pero seguro. Había encontrado el verdadero amor, aquel que es desinteresado, real, incomparable…

-Te quiero –le susurré. No me atreví a decirle que lo amaba, pero no porque no fuera así.
-No sabes lo que yo te quiero –afirmó él-. Estoy enamorado de ti. Totalmente enamorado, estoy seguro. Quiero estar contigo a cada minuto, Regina, y por eso me esfuerzo tanto en llamarte y salir a todas partes. Te amo –sonrió.

Entonces no pude evitarlo, me acerqué a él y lo abracé. Lo abracé tan fuertemente como se puede abrazar a alguien. No me atrevía a soltarlo; no podía soltarlo. Tal vez él no entendía que era lo que todo esto significaba para mí. Antes de llegar a ese lugar, me sentía alguien que no era. Al llegar ahí, me di cuenta que toda mi vida había sido una decepción. Sentía que nadie me quería de verdad, me daba cuenta que nadie me amaba y nunca hubo alguien que lo hizo, a excepción de mi familia. Pablo me hacía sentir especial, perfecta de verdad, y, aunque en el fondo sabía que tal vez no era así, al estar con él esos pensamientos negativos desaparecían. Él me hacía sentir alguien.

En el abrazo mi corazón continuaba saltando como loco, y podía sentir que el de él también. Me apretó contra su pecho, como impidiendo que otra fuerza me separara. Luego me miró a la cara, y sus labios se juntaron con los míos. Se movían sincronizadamente en un beso muy dulce. Ninguno de los dos quería que terminara, pero a pesar de eso nos separamos, aun sin abrir los ojos. Podía sentir su respiración de nuevo en mi boca, y su perfecta nariz tocaba la mía, así como mi frente con su frente. Sus manos sujetaban mi cara también de una forma muy dulce. En ese momento dirigió su boca hacia mi mejilla izquierda y me dio un pequeño beso. Después fue cuando abrimos los ojos, los dos contemplándonos como si fuéramos lo último que quedaba en la tierra. No pude evitar reírme un poco, y lo mismo hizo él.

-Yo también te amo –salió la frase de mi boca-. Y no eres tú el que no me merece, soy yo quien no debería tenerte. Eres demasiado bueno y maravilloso. Yo no lo soy.
-Sí lo eres –dijo él-. Lo eres para mis ojos. Y si alguien no puede verlo, es porque está ciego –y luego besó mi mejilla otra vez-. Además, te dije que no salía con gente mala. Pues tampoco beso a chicas que no sean maravillosas –sonrió.

Estuvimos un pequeño momento admirándonos con la mirada como ya lo habíamos hecho, y luego nos acomodamos en el sofá, él con un brazo por encima del mío, y yo con mi cabeza apoyada en su cuerpo. Jugamos con nuestras manos un momento, y aunque teníamos la vista puesta en la televisión con bajo volumen, no poníamos atención a lo que estaba en la pantalla, pues nuestros pensamientos estaban todavía en aquel beso tan magnífico, insuperable.

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HOPE YOU LIKE IT!!!! :D El momento taaaaaaaaaan esperado (al menos por mí!!) Si puedo, pues les publico el cap 18 mañana!! :D Recuerden comentar (:

Entonces... les pareció el capítulo playerooo? Era lo que esperaban? Supongo que sí, o me equivoco? XD Ya era hora, no es verdad? Wow, muchas preguntas.

Nuevos blogs a la par! Y YA CASI CUARENTA SEGUIDOREEEEES.

NOTA: le agregué más al sueño de Regina del cap anterior! Y también corregí algunas cositas pero cosas gramaticales, nada del otro mundo :P

Recuerden que los comentarios los modero, por eso no los ven publicados inmediatamente :D es para que no se asusten y vuelvan a escribir todo creyendo que no se publicó bien ^^

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24 de enero de 2010

13

CAPÍTULO DIECISÉIS. Con sabor a café.

-¿Tienes permiso? ¿Desde cuándo? ¿Por qué no me habías contado?

Pero Pablo no respondió. En vez de eso me abrió la puerta del automóvil para que pudiera entrar en él y luego se pasó al asiento del conductor.

-¿Te gusta? Al menos ahora no tengo que rebajarme y pedirle a Julio que me lleve a todas partes; no, ahora sólo tengo que decirle que me preste su carro.
-¡Pero no sabía que ya habías sacado licencia!
-El mes anterior a mi accidente en la pierna –me explicó-. Ahí fue cuando lo obtuve. Pero entonces ocurrió lo del yeso y mis padres lo encontraron gracioso, porque tuvo que pasar un tiempo sin que pudiera estrenar el permiso.
-Vaya, te felicito. ¡Es genial que manejes!
-Es emocionante –rió.
Condujo hasta el centro comercial y comentó algo acerca de mi ropa.
-¿Ves? Dedicas todo tu tiempo a tu imagen exterior –yo puse los ojos en blanco y él sólo volvió a reír-. Pero no me importa, así eres perfecta.

Llegamos a & Café y pedimos un capuchino para mí y un espresso para él. Nos sentamos en una mesita y comenzamos a saborear nuestras bebidas.

-Amo el café –dijo de pronto-. Aún cuando era pequeño me encantaba.
-¿Tanto te gusta? A mí no de esa forma, pero sí lo disfruto mucho –luego me recordé de algo y reí un poco.
-¿Qué pasa? –se interesó.
-No es nada… Sólo recuerdos.
-Recuerdos… Yo recuerdo cuando tenía siete años y pensaba que la varicela era, además de una enfermedad, un tipo de animal parecido a la gallina –no pude contenerme y solté una carcajada.
-¡¿Una gallina?! ¡Qué divertido! Yo me acuerdo cuando tenía nueve años y mi único sueño era tener un unicornio y volverme un hada. Mi hermanita, en esa época, quería ser dinosaurio.
-¿Un dinosaurio?
-Así como lo oyes. Le encantan, no tengo idea de por qué.
-Al menos ella no quería ser una criatura totalmente ficticio –se burló.
-Ni que tú nunca hayas deseado ser un súper héroe o algo así.
-Tienes razón. También luchador profesional. Todas las noches me lanzaba contra mi padre y jugábamos luchitas.
-Como todos los niños –sonreí. Pablo me devolvió la sonrisa y luego se puso serio.
-¿Extrañas mucho al tuyo?
-¿A mi padre? Sí, muchísimo. Todo sucedió muy rápido y fue súper confuso. Ni Sofía ni yo y creo que ni mi madre entendíamos lo que pasaba.
-¿Qué es lo que más recuerdas o extrañas?
-Podrá sonar gracioso pero… Unos panes.
-¿Panes?
-Sí, él preparaba unos sándwiches deliciosos. Llevaban de todo: lechuga, tomate, queso, pepperoni, jamón, mostaza, mayonesa, aderezo italiano, aguacate… Eran sabrosos. No he vuelto a comer uno igual en mucho tiempo.
-Podrías prepararte uno.
-Lo sé, pero es que no quiero. Tal vez suene infantil pero quiero que sea alguien quien me los prepare, mucho mejor si fuera él, claro.
-Qué duro –susurró.
-Lo sé.

Los minutos continuaron y pasamos de conversaciones tontas a serias, de serias a ridículas.

-Dolores de cabeza, ¡los odio! No sé si sufro de migraña o algo parecido, pero vivo tragando pastillas contra eso –me contaba.
-¿Y qué dice el doctor?
-Creo que en el fondo no le interesa nada –terminó su café y miró alrededor-. Ese chico no ha dejado de verte desde que llegamos.

Me volteó y me fijé en “el chico”. Era un tipo alto y grandote de cabello rubio.

-No tengo idea de quién pueda ser.
-Yo tampoco. Aunque creo haberlo visto antes, pero no estoy seguro.
-Pablo, ¿te puedo preguntar algo?
-Claro.
-De nuevo, ¿qué ves en mí? –no sabía de dónde salía tanto atrevimiento. Incluso Pablo se sorprendió, pero supo disimular.
-Que eres diferente, ya te lo dije.
-Eso no es cierto. Soy muy igual a todas las chicas que conoces, a veces hasta los mismos gustos.
-Es que eres diferente a tu modo –mostró su bella sonrisa y puso su mano sobre la mía-. Eres modesta, inteligente, bonita y especial.
-Espera, espera, ¿inteligente? Si fuera inteligente habría sabido escoger bien la mayoría de mis decisiones en el pasado.
-Lo importante es que ya recapacitaste que lo que hacías estaba mal, y ahora sí piensas –se encogió de hombros-. Suele suceder –lo que me gustaba de Pablo es que era divertido y no se tomaba todo tan a pecho, sino que disfrutaba de la vida.
-Gracias –fue lo único que dije. Acarició mi mano unos segundos y luego la separó.
-¿Quieres ir a caminar?
-Creo que será mejor irnos –le expliqué. En realidad no deseaba eso, pero no tenía opción-. Mi tía me pidió que llegara antes de las 6:30, no sé por qué.
-Vaya, nos dejó muy poco tiempo.
-Lo sé, pero si no es nada importante tal vez podamos salir otro ratito más.
-Perfecto. Vamos, entonces. Pero antes, debes pagarme –estaba sacando el dinero de mi billetera cuando me detuvo-. No hablo de ese tipo de paga. Dame un abrazo y estamos a mano.

“¡Gracias, Dios!”, grité en mi mente. Mi corazón comenzó a palpitar como alocado y yo le di a Pablo lo que pidió.

-Qué bien huele tu perfume –susurró en mi oído.

Durante el camino al parqueo subterráneo pude sentir un leve roce de la mano de Pablo cerca de mi mano, como si quisiera tomármela. “Vamos, sólo tómala”, rogué. Pero nada sucedió.
Llegamos al auto y no había nadie cerca. Pablo me miraba fijamente y yo a él. Lentamente colocó su mano derecha sobre mi hombro y comenzó a acercar su cara a la mía. Todo iba de maravilla cuando decidí apoyarme en el carro negro. BIP, BIP. La alarma casi nos mata del susto. Pablo rebuscó las llaves y la detuvo antes que se armara un escándalo.

-Lo siento –me avergoncé.
-Tranquila, no pasa nada –pero la magia se había ido. Sonó mi celular y era mi madre diciendo que ya casi llegaba a mi antigua casa, que el viaje había salido a la perfección. Me alegré por ella pero la maldije en mi mente, porque quizás sin esa llamada todo hubiera podido continuar.

Pablo me introdujo en el carro suavemente y arrancó. Llegamos a casa de mi tía y me abrió la puerta como todo un caballero.

-Avísame si nos podemos ver más tarde –pidió.
-Claro, yo te llamo –le sonreí y él me dio un beso en la mejilla. Luego me miró pícaramente y adiviné lo que pensaba-. ¿Otro abrazo?
-¿En serio me lo darías? –comenzó a abrir sus brazos.
-Hm, no. Tendrás que esperar hasta la playa –me escabullí cuando intentó atraparme y corrí hacia la puerta de entrada-. Ciao –le grité.
-¡No se vale! –oí que decía mientras yo cerraba la puerta. Caminé hasta la ventana y lo vi a través del vidrio. Daba vuelta y se encargaba de regresar el carro a Julio.
-Ya estoy de vuelta, tía –exclamé cuando me separé de la ventana.
-Hola, Regina. Regresaste temprano.
-¿Bromeas? Tú me pediste que regresara antes de las 6:30.
-No, no, te dije 7:30.

Qué desastre. Estuve a un milímetro de besar a mi amor adolescente y no lo hice porque escuché mal el horario del toque de queda. Era eso o mi tía sí se había equivocado. ¡Era para matarse! Pude haber pasado una hora extra con Pablo.

“Puedo ir a esperarlo en casa…”. No, ya había molestado mucho. Además yo estaba un poco cansada. Mejor subiría a contarle todo a las chicas por la computadora y hasta a Mariano si lo veía conectado.

La lucecita anaranjada del Messenger no dejaba de titilar. Bea quería saber por qué no nos besamos, Marcela no dejaba de poner aw’s cuando le conté lo de las caricias en mi mano, Inés estaba muy feliz por mi y me aseguraba que en la playa iba a suceder algo especial, Daniela y Mari estaban molestas conmigo porque pude haber pasado una hora más con él y Mariano… Pues él estaba feliz por mi, pero no saltando ni poniendo aw’s y caritas de ternura porque no era una chica.

A casi todos les daba copy paste, porque escribir tantas veces lo mismo era cansado. Pero fue una ventana la que llamó más mi atención. Julio me ponía: “enhorabuena :D”. “¿Enhorabuena?”, me extrañé. “Pues sí”, continuó él. “Pablo ya me contó todo. Está aquí a la par, y me está dando unos buenos golpes porque no quiere que te diga esto. De todas formas no pasó nada del otro mundo, ni se besaron”. Vaya, este Julio era atrevido. “Ouch, ahora me pegó más fuerte”. “Dale lo más duro que puedas, Pablo”, dije en mi mente.

Llegó la hora de la cena y una típica costumbre: el doctor Solares estaba de nuevo en casa. Me preguntaba cuándo celebrarían la boda esos dos.

-¿Y qué hiciste hoy, Regina? –“Salir con mi chico”, pensé.
-Fue un día muy ocupado, estoy cansadísima. Mamá vino y arreglamos unos asuntos un tanto serios, después salí con un amigo mío.
-Ya veo. ¿Pero segura que estás muy cansada?
-Algo. ¿Por qué? –pregunté mientras me servía unas papas cosidas con sal.
-Porque tengo tres entradas para el cine y no sé si te gustaría acompañarnos.
-¿Hoy? ¿A ver qué? -¿quién se resistía a una película?
-No lo sé, no sé qué hay en la cartelera. Pero a mí no me molestaría ninguna.
-Ni a mí –intervino mi tía.
-¡Genial!

Y nos fuimos al cine. Vimos una película algo rara, de género dramático. Hasta lloré de tristeza. Luego regresamos a casa y al fin pude descansar. Me tiré en la cama vestida como estaba y me desconecté del mundo inmediatamente. Comencé a soñar.


El esperado fin de semana al fin había llegado. Tres días de pura relajación y sabor a océano era lo que tenía planificado.
La arena me rozaba suavemente la cara, y el aire cargado de sal bañaba mi cuerpo. El aroma a mar era sabroso y la vista aún más fantástica. Caminaba descalza y el sentir mi piel contra lo tibio del suelo era agradable. Pero eso era nada comparándolo con la sensación que tenía en mi mano. Iba tomada de otra mano humana, la de un chico.
Pablo era tibio, todo lo contrario a la impresión que daba su blanca piel. Los rayos del atardecer se reflejaban en su cara y se miraba aún más guapo que de costumbre. Su cabello se mecía con el viento y sus ojos brillaban. Llevábamos horas tomados de la mano y caminando, observando el dulce ocultamiento del sol. ¿De qué hablábamos? De todo. De cómo nos conocimos, de cuánto tiempo habíamos perdido.

Me sentía segura con él.
De perfil se miraba hermoso; de frente, aún más. Pero no era sólo la belleza que emanaba lo que me atraía a él, sino también su increíble manera de ser. Él sí me quería. Al fin. Al fin un chico me quería de verdad.
Nos detuvimos y nos tomamos de ambas manos. Me decía que me amaba, que yo era especial y que siempre me había estado esperando. Yo me sentía la mujer más dichosa del mundo. Nuestros rostros se acercaban cada vez más y más. Sabía lo que venía a continuación, pero entonces…


BIP, BIP.

¡No era cierto! Otra alarma había arruinado mi momento. ¿Cómo soy tan tonta de dejar una alarma a las once y treinta de la noche? ¿Para qué era, de todos modos? La detuve y casi me da un ataque de ira al recordar dónde había dejado el sueño.

No importaba, ya no había remedio. De todas formas era un sueño y sólo eso. Me cubrí con la sábana y me aseguré que ya no tenía ninguna otra alarma activada. Y volví a quedarme dormida al instante.



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SU REGALO POR HABER ESPERADO TANTOO!!!! Uff escribí con una prisa.... Ni siquiera sé si está bien el capítulo :S Mañana o cuando tenga tiempo lo revisoooo y si tengo que corregir algo les aviso, pero ahorita me echan de la compu!!!

OJALÁ LES GUSTEEE :D

23 de enero de 2010

9

CAPÍTULO QUINCE. Comenzando a amar de verdad.

-No. Eso no es cierto. Isabela está muy bien, como una niña normal, como debe ser.
-No, Regina. Está empeorando –Pablo se cubrió la cara con una mano. Me acerqué a él para consolarlo.
-Pero se va a reponer, Pablo, en serio.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo lo sabes? Esto no es un ningún juego, ¿comprendes?
-Por supuesto que entiendo, no me lo estoy tomando a broma. Pero debes tener fe, confiar en que sucederá.
-Eso no me sirve para nada –se miraba totalmente angustiado-. ¡Para nada! No fue necesaria la quimioterapia, y eso significaba algo bueno porque no era tan grave como puede llegar a ser. Pero ahora la radioterapia deja de funcionar. Quizás inicie nuevos tratamientos, pero… no lo sé. Ahora está en su cama con fiebre y, por si no te habías dado cuenta, está muy delgada.
-Pero quizás con los nuevos tratamientos mejore. Investigué sobre eso… -Pablo me observó-. Quería conocer más. Y leí que las probabilidades que niños con linfoma no Hodgkin se curen son muy altas. Pueden pasar cinco años, algo así como “supervivencia de cinco años o más”, sin tener el cáncer.
-¿O sea que Isabela puede mejorar pero empeorar cuando tenga catorce? –estaba metiendo la pata. Pablo se había estresado más.
-No… no sé, no lo creo. No me hagas caso, yo no soy ningún doctor. Pero a lo que quiero llegar es que tienes que ser paciente. Tenemos que, porque la salud de Isabela es muy importante para mí también.
-No puedo ni intentarlo. Trato de entender todo ese relajo de linfomas, pero simplemente no me entra. Hay tantos casos…
-Isabela no va a morir, ¿de acuerdo, Pablo? –lo lancé así de la nada. No sabía qué más decir aparte de eso-. Uno muere después de una larga vida, como mi abuelita. Isabela tendrá una vida larguísima. Tendrá hijos, quizás hasta gemelos. Va a tener nietos, tú los conocerás. Luego tal vez ella conozca hasta a sus bisnietos.
-¿Segura? –Pablo parecía un niño al que le estaban diciendo que su perro nunca regresaría, pero que había esperanzas.
-Estoy muy segura.

Nos quedamos en silencio un momento y luego Pablo me dijo que se entraría a la casa. Ya estaba en la puerta cuando se volteó y susurró:

-Gracias.
-No te preocupes. Descansa, y avísame cuando Isabela se sienta mejor para que la pueda visitar.



Iba a estar mejor, ¿no es así? Sí, yo estaba en lo correcto… Isabela se curaría por completo y luego todo volvería a ser normal. O si no… No, no, no. Eso no era una opción. ¡Isabela apenas tenía nueve años! Eso me recordó que pronto tendría diez. Su cumpleaños era en pocas semanas, el 27 de julio. Le prepararía algo especial…

También recordé que ese fin de semana lo pasaría en el puerto. O tal vez no, no estaba segura de si Pablo iba a asistir de todos modos. Y yo sin él no iba, no porque me doliera no estar junto a él (lo que también era cierto) pero porque fue él quien me invitó a mí y a mis amigas, y no me sentiría para nada incluida estando sola con Daniela y Bea.

De todas formas me puse a arreglar mi maleta, aunque faltaran un par de días era lo único que tenía por hacer. Además, tenía que ser una ropa muy bonita… Iba a pasar tres días con Pablo.
Cogí unos shorts, un pantalón corto, dos blusas, una camiseta y tres vestiditos; luego dos bikinis, uno a rayas celeste con blanco y otro rojo, después también incluí un tankini floreado blanco con fuscia y verde. Más tarde fue el turno de los zapatos: dos flip flops y unas crocs amarillas. Me alejé y miré la maleta. Era enorme, como si me fuera a ir una semana entera. Decidí apachar un poco la ropa para que no se viera tanta y no parecer una chica de esas que se llevan el clóset encima cuando viajan. Luego recordé que no había metido el pijama, por lo que me preocupé. “Bueno, tendré que dormir con shorts”… mentira podrida; cogí unos pantalones flojos de una gaveta.

Marqué el número de Bea y nos pusimos a hablar sobre una nueva película en la cartelera. Después la conversación se pasó a la playa.
-No sé si vamos a ir de todas formas, Bea.
-¿Cómo dices? Ya hice mi maleta, y te juro que me costó hacerla.
-Pablo no está muy de ánimos, ¿sabes?
-¿Y eso qué? Que tus planes de pasar el fin de semana enterito con él románticamente en la playa se hayan arruinado, bueno, no es mi problema –Bea me mareó con esta larguísima explicación suya.
-No es por eso, torpe –reí -. Pero fue él quien nos invitó. ¿No te sentirás algo fuera de lugar si vamos sólo nosotras tres?
-Sí, tienes razón… ¿Pero qué le pasa que “no tiene ánimos”? Ay, como que tu chico tiene problemas de bipolaridad.
-No hables si no sabes –le contradije-. Es… Isabela. ¡Pero te callas! ¿Me oyes? No vas a decir ni una palabra.
-Oh, ¿es Isa? No digas más, ya imagino que será. Está bien si no vamos, en ese caso. Pero…
-¿Pero…?
-¿Lo convencerías por mí? ¡Por favor! No sabes lo que me costó arreglar mi ropa. ¡Por favor!
-Claro, haré lo que pueda –le aseguré.
-No te preocupes si son necesarios algunos besos, lo que sea por ir…
-¿Qué? ¡Tú sí estás loca! –me carcajeé. No esperé que me dijera adiós y le colgué. Bea y sus inventos…



Ding, dong. Ding. Dong. Ding, dong, ding, dong.

“Creo que ya toqué lo suficiente”. Ya me volteaba para regresar a mi casa cuando la madre de Pablo salió a la puerta.

-Hola, Regina –tenía una mirada pasiva, aunque quizás ya había repasado mucho para que se viera así-. ¿Cómo estás?
-Muy bien, gracias. ¿Usted?
-Bien, igual –sonrió. Ahora sabía de quién habían heredado esos chicos esa hermosa sonrisa-. ¿Buscas a Pablo?
-Sí… y no. Lo busco a él pero también a Isabela.
-Creo que Isi está durmiendo, pero puedes subir al cuarto de Pablo. Luego revisa si aún está despierta.
-Muchas gracias –le dediqué también una de mis más grandes sonrisas y pasé a la casa. Ya la conocía, por lo que no necesité de ayuda.
-Por cierto, Regina –me detuvo la madre a medio camino de las escaleras-. ¿Cómo está tu tía?
-Se encuentra perfectamente. ¿Quiere que le mande sus saludos?
-Me encantaría. ¿Y el doctor Solares?

¿Y yo como lo iba a saber?

-Pues… bien, supongo –de acuerdo, yo sí sabía como estaba el doctor. Él y mi tía se frecuentaban cada vez más. Lo que no sabía era que eso no era un secreto para nadie.
-Mándale también nuestros saludos –me pidió la joven señora que tenía frente a mí.
-De acuerdo.

Ahora ya había llegado a mi destino. Toqué dos veces la puerta y, como nadie respondió, entré a la habitación. Pablo estaba sentado frente a su escritorio y apoyado en él. Tenía sus audífonos puestos y su amada cámara en una de sus manos. Dormía, o al menos eso parecía.

Ya estaba a punto de salir del cuarto cuando él despertó. Se sacudió la cabeza y puso fuera los audífonos, y casi se le cae su hija pero la detuvo.

-Regina, hola, no sabía que estabas aquí.
-Acabo de llegar, lo juro, y ya me iba pero te despertaste –me disculpé.
-¿En serio me dormí? Wow, lo siento.
-Para nada, no te disculpes. Sigue así, si quieres –rió y yo con él.
-No, estoy mejor así –volvió a sacudir su cabeza y me miró-: siéntate, ven.

Me senté en su cama y continuó observándome.

-¿Por qué me miras?
-No sé. Sólo te miro –quedamos unos pocos segundos callados y continuó-: entonces, ¿estás lista?
-¿Lista?
-¡Para el viernes! No me digas que olvidaste lo del puerto –fingió estar ofendido.
-Pero, ¿tú quieres ir? No sé, creí que te sentirías desganado.
-Sí, es cierto, pero no me hace ningún bien pasarme llorando –bajó la cabeza-. Además, Regina, no sabes cuánto he esperado esto. ¡De veras no sabes cuánto!

Me sonrojé sin poder evitarlo.

-De acuerdo, entonces sí iremos –sonreí-. ¡Tú tampoco sabes lo emocionada que estoy! Ya tengo hecha mi maleta.
-Hm, tienes razón… una maleta –se levantó y se dirigió a su armario. Sacó una pequeña valija y la puso sobre su cama.
-¿Eso es tu maleta? –me sorprendí.
-Sí, creo que hasta sobrará espacio –dudó.
-¡Debes estar bromeando! Entonces lo mío parecerá lo de un año.
-Pues vacíala. No necesitas tanta variedad en ropa y accesorios para verte bonita. Con una misma blusa todos los días te verías bien.
-¿En serio lo crees?
-De verdad –luego fingió desenfado y dijo-: te complicas mucho la existencia arreglándote tanto. Que si los zapatos, que si los aretes, que cuántas pulseras, que si esta bufanda ya la usé más de dos veces… No te he visto con ropa idéntica desde que te conozco. No porque no hayas repetido, sino porque siempre haces diferentes combinaciones.
-Eso no es cierto, claro que ya me he vestido igual. Es que eres hombre y los hombres nunca notan nada.
-Quizás es por eso. Y quizás es porque eres mujer y las mujeres se matan tratando de verse bien cuando no necesitan más de la mitad que usan.
-Si fueras mujer no pensarías así.
-Sí, tal vez… Menos mal no lo soy –se quedó pensativo-. Cambiemos de tema, ya me aburrí. ¿Te gusta el café?
-No mucho, pero sí de todas formas. Me gusta salir a relajarme y tomar un capuchino o algo por el estilo. ¿A ti?
-Sí, me encanta. ¿Vamos hoy al centro comercial? Está el & Café, nos podemos tomar algo, si quieres. Yo invito, así te ahorras lo de tu próximo día de compras –guiñó su ojo derecho.
-De acuerdo –sonreí-. Le avisaré a mi tía. Y a mi madre, ya no recordaba que seguía aquí…
-Y para mientras, ¿qué quieres hacer? –y recordé el por qué de mi visita.
-Isabela –dije-. Me gustaría verla –Pablo cambió su cara por una más seria.
-Claro, veamos si está despierta –sonrió un poco.

Nos dirigimos al cuarto de Isabela y ahí estaba, pero seguía dormida. Estaba cubierta con una manta y se encontraba muy pálida.

-La fiebre le bajó un poco –me explicó en voz muy baja Pablo.
-Me alegro. Creo que tendrá que ser a otra hora mi visita… ¿Me avisarías para cuando ya se sienta mejor?
-Por supuesto. Pero por ahora mejor vámonos.

Salimos y quedamos que a las cinco de la tarde nos volveríamos a juntar para ir juntos por el café. Yo regresé a casa a pedirle permiso a mi madre y a mi tía.

-¿Con Pablo?
-Sí, lo viste hoy, ¿no recuerdas?
-Ah, cierto. Muy bien, puedes ir. Cuando regreses yo ya me habré ido, así que tendrás que despedirte de mí primero –me dijo mi madre.
-Por supuesto –le dejé un beso en el cachete.
-¿Y qué con este Pablo? –continuó, justo cuando ya me iba.
-¿Cómo que qué? –me extrañé.
-Me refiero a que si son mejores amigos o… no sé, por eso pregunto qué con Pablo.
-Mejor amigo… no, creo que no, es más… bueno, no sé.
-¡Vaya! Entonces te gusta.
-Es probable –admití. No era de las chicas que se avergonzaban de estas cosas, pero tampoco de las que contaban todo a sus madres.
-Parece un buen chico.
-Lo es –me miró. Claro, para mí todos los chicos habían sido “buenos” chicos-. Este sí, mamá.
-Entonces me alegro, linda –y parecía feliz de verdad.

Subí a cambiarme y ponerme algo más bonito. Luego recordé de lo que había hablado esa misma tarde, eso de sobre arreglarse. Pero no me quité la nueva combinación y sólo me reí. Pablo tenía que quererme exactamente como era yo, con todo y mis obsesiones por los arreglos.

Como todavía faltaba poco más de una hora para las cinco, decidí usar la computadora. Mariano me habló al instante por Messenger, diciendo que estaba muy feliz por lo sucedido y que lo sentía de nuevo por no haber venido. Luego le conté que iba a salir con Pablo y comenzó a molestarme. “No sabía que de verdad te gustaba”, me puso. “Ni yo”, le contesté.

Dieron las cinco y yo ya estaba lista. Pero no mi bolso ni mi maquillaje completo, por lo que estuve completamente arreglada a las cinco y cuarto. Me despedí de mi madre como prometí y también de mi tía. Salí al jardín y JellyYogurt casi me saltaba encima, pero logré esquivarlo. No sé por qué pero eso me recordó a mi abuelita Carmen… Tal vez porque estuve a punto de caer, justo como fue su accidente.

Fijé mi vista al frente y Pablo ya estaba ahí, con el carro negro de Julio estacionado a la par. Pero no había ningún Julio a la vista, sólo unas llaves jugueteando entre las manos del chico que estaba comenzando a amar de verdad.



_________________________
AQUÍ ESTÁ EL CAPÍTULOOOOOOOOOOOOO! POR DIOS tardé añotees en subirlo :S Pues lo siento demasiadisisisisisisisimo pero ya les expliqué todo lo que pasó :S
Ahora ya estoy renovada (H) Mejor, porque así como estaba saber ni qué hubiera escrito... en mi otro blog está la explicación de mi como enfermedad :P
Esperooo que el capítulo recompense la larga espera y no al revés :S Ojalá les guste muchísimo!! No sé ustedes pero yo lo siento corto -_- Sorry XD

NOTA IMPORTANTE: en el capítulo 13, dice que se van a ir al puerto un sábado. Pero no, se van a ir un viernes... cambiaría lo del sábado pero blogger no me deja -_- no puedo cambiar NADA de ese cap, por lo que mejor lo dejó así que si no se va a hacer un relajo... Pero que conste, así no se confunden!!

Nota dos: bueno, recuerden que no soy doctora :P y que pues no sé mucho de nada... entonces no sé, voy a ver cómo le hago para todo eso del linfoma :S que me compliqué a mares porque creo que todo está como confuso... ay arreglo lo que haga falta XDXD

Se van a la playaa se van a la playa! VAMOS A LA PLAYA A MI ME GUSTA BAILAR (8) EL RITMOO DE LA NOCHE, SOUNDS OF FIESTAA! wohoo

OTRA NOTAAAA! ahora creo que sí sólo publicaré una vez por semana, los fines de semana... :S Es por el tiempo que me roba el colee!! Peroo si tengo tiempo libre, lo aprovecho para escribir y publicar publicar publicar :D

Su apoyoo estas dos semanas fue... INCREÍBLE. Muchas gracias por todos los comments, por sus deseooos que me mejorara... por todoo!!!!!!!!!! Ya tengo 35 seguidores (: Y me alegroo decir que una mentee varoniil (:D) ya dioo su opinión :P y pues muchaas gracias diegoo! ohh ahorita que me acuerdooo un personajee para otra historia que existe en mi cabeza se llama así... ayer lo inventé o anteayer creo... bueno pues es Diego 2 entonces :D
A seguir comentando! ME ALIMENTOOO DE SUS COMMENTS MUAHAHA

PAAAZ Y AMOOOR Y MANDARINAS DE MI PARTE :P ohohoho


[NUEVOS BLOGS RECOMENDADOS Y UN PREMIOO PARA ALGUNAAS PERSONITAS (me hacen falta algunas :D) A LA PAR]

19 de enero de 2010

8

Muchas muchas muchas gracias!

HEY gracias por todos sus comentarios y premios!!! de veras me hacen sentir SÚPER feliz! Pero malísimas noticias: no he publicadoo por... el martes y miércoles de la semana pasada me sentía muy cansada y sin ganas de escribir (además de poco tiempo para eso), el jueves tuve un bloqueo serio de escritora (ya comencé a escribir el otro cap. pero me quedé como TRABADA), el viernes no estuve en mi casa todo el día, el sábado arreglé todo para el cole, el domingo... ME ENFERMÉ. Me enfermé a lo feoo... Horrible!! Pasé en mi cama el día enterititititio porque tenía fiebre y un dolor terrible de cuerpo, me dolía hasta el estómago y luego en la tarde me dieron náuseas y hasta vomité dos veces en la noche (lo que es asquerosísimoo pero ni modo...). Luego el lunes, mi primer día de clases, falté. Me sentía cansada, con dolor de cabeza y náuseas. Fui al doctor y tuve que hacerme unos exámenes para saber qué tengo, todavía ni sé los resultadoos... Me faltan otros dos exámenes pero no sé si me los haré mañana o hasta el viernes. Hoy volví a faltar a clases, lo que no me gusta porque es apenas el segundo día de clases!! Si hubiera sido otra semana estaría hasta feliz de faltar, pero noo los primero días :S tengo un montón de maestras que nunca me han dado clases y no oí las como "instrucciones" que se dan siempre -_-. Ahorita ya estoy mejor pero tengo dolor muscular ESPANTOSO!! Y también me siento algo mareada y con un poco de dolor de estómago...

Así que perdón por no publicar :S Supongo que hoy intentaré continuar el capítulo, pero será según como me sienta o según las cosas que tengo que hacer ("ponerme al día", lo poco que podré porque no sé ni mi horario :P). Depende de cuánto tenga que ponerme al día mañana (cuando ya sepa todo), podré ver si también tendré tiempo :S Pero de verdad espero no pasar de esta semana, aunque tenga que ser el sábado :S:S:S:S perdón!!!! :S

Nos vemoos (: [espero que PRONTO].

Se me olvidó!! Gracias por seguirme!!!!! :D:D:D:D:D Ya 34 seguidores *.* thanks! y... HOLY CRAP! Más de 2000 visitas!!!!! ADORACIONES DE MI PARTE!! [hmm... fue lo menos fresa que se me ocurrió ^^]

14 de enero de 2010

9

Mch

Adivinen qué? Quería seguir escribiendo el capítulo quince, que ya comencé, pero este cuarto es un infierno. Hace un calor insoportable aquí dentro!!!! Además, mi papá necesita usar esta compu. Mañana voy a volver a salir quizás todo el día, y el sábado tengo que dejar todo preparado para el colegio, que empieza el lunes.

No sé cuándo voy a poder escribir :S tal vez hoy en la noche!! Sí, sí, a lo mejor hoy en la noche... Espero poder :S No se desanimen de todos modos (:


[NUEVOS BLOGS EN LA LISTA DE RECOMENDACIONES]

13 de enero de 2010

7

Premio




Reglas:

1 Agradecer al blog que te lo otorgó:
Gracias Karina!!! De karina-lovestory.

2 Otorgarselo a los blogs que crees merecedores del premio:

Este premio va para...

YEAH, GIRLS, 'CAUSE YOU ROCK.

Bueno, ojalá les guste!!


NOTAS:
BUENAS NOTICIAS: más de 25 seguidores! (pues... 27) Pero voy bien! MUCHAS GRACIAS A TODAS.
MALAS NOTICIAS: no sé si la próxima semana podré publicar, pues no sé si estaré en mi casa. Pero no se preocupen, les explico más adelante...

11 de enero de 2010

12

CAPÍTULO CATORCE. Ayuda.

“Estimada Srita. Orellana:

La saludo afectuosamente deseándole un buen día para comunicarle que creo contener información que podría ser de su interés.

La última semana de enero del presente año, su sobrina Regina Orellana realizó una fiesta en su residencia. Le dejó entendido que pasó la noche en casa de su amiga Marcela Vela, cuando la realidad es otra. Esa noche estuvo con un muchacho, un chico que asiste a su mismo colegio. Estos asuntos no deberían ser de mi incumbencia, pero debe admitir que deja mucho qué decir ver a una jovencita de apenas quince años salir por la mañana de la casa de un chico y acompañada por nadie.

Discúlpeme si ya había resuelto esta situación o si todo ha sido un malentendido. Guardaré el anonimato esperando que comprenda.

Saludos,
Anónimo.”


Ahora no sólo tenía congelado el corazón, sino también el resto del cuerpo. Mi cerebro intentaba buscar una buena excusa para esa carta recibida pero al mismo tiempo no podía.

-¿Y bien? Explícate –exigió mi molesta madre.
-Yo… no sé, no sé qué es esto.
-Te dije que diría eso –se dirigió mi tía a mi mamá.
-Es la verdad. Esto es pura mentira, no sé quién lo escribió siquiera –de todo lo que dije nada fue cierto, menos la última parte.
-No puedo creerlo, Regina. Apenas tienes quince años. ¡Quince malditos años! –mi madre estaba tan enojada que usaba palabras fuertes, parecía estar a punto de llorar de la cólera-. ¿Con quince años mientes de esta forma, te vas a la casa de un chico y luego sigues tu vida así de normal?

Pues así de normal nada, pensé. Había pasado muchos días deprimida y súper preocupada por la prueba y todos esos relajos. Pero mi madre tenía razón; yo apenas tenía quince años. Quince años no son suficientes para escaparte, tomar sin control o hacer locuras. ¿Por qué hasta que me sucedió una cosa tan grave como esa me di cuenta? Y pensar que llevaba más de un año haciendo lo mismo.

-Creí que al vivir con tu tía ya no te escaparías más. Debí haberte enviado a un internado, lo sabía. Ahora pienso que es la mejor solución… -pensó un momento que no fue más de un minuto-. Empaca tus cosas, nos vamos y te inscribo en uno. Repites tercer curso en enero o a ver si te envío fuera para que comiences en agosto de este año.
-¡¿QUÉ?! ¡No! ¡Mamá! ¡No me puedes hacer esto! –Y lágrimas de enojo y sorpresa comenzaron a salir desesperadamente por mis ojos-. Yo no hice nada, ¡te lo juro! Sino lo habrías notado, nunca soy buena ocultando cosas. ¡Por favor, mamá! Este lugar es diferente, ¡en este lugar me siento querida!
-Sí, ya veo, querida por los chicos especialmente, ¿no?
-No digas eso, yo no hablo de eso. Tengo amigas de verdad, no es como en la ciudad, mamá.
-Tampoco regresarás a la ciudad, Regina. Ya dije que iniciarás en un internado
-¡Ese lugar es para locas! ¡No! Tía, por favor, tía. Tú sabes que no te mentiría.
-Ya no sé qué pensar, Regina –intervino ella.
-¡Pero es que dicen cosas sin sentido!
-Deja de gritar –regañó mi mamá-. Ya basta. Ve a empacar de inmediato, y me devolverás la lap top además de tu reproductor de música y tu celular. Y cero televisión en casa.
-¡Pero mamá! ¿Cómo les pruebo que esa carta es una farsa?
-Si dices que tienes tan buenas amistades, ¿quién habría enviado eso? –Santiago, obviamente, porque él no era mi amigo, estaba hasta más abajo que los perros en mi lista de favoritos.
-No todos son buenos, lo acepto, pero por favor, te probaré que es mentira.
-No tienes que probar nada, hazle caso tu madre, Regina –dijo mi tía.
-¡Les probaré que digo la verdad! ¡En serio!

Mi madre giró su vista hacia otra parte. Se miraba sumamente decepcionada. Respiró profundamente, cerró los ojos y suspiró.

-No entiendo qué hice mal, hija. Definitivamente no comprendo. Te volviste rebelde desde que tu padre murió, pero, ¿no crees que con más de dos años transcurridos deberías analizar más la situación e intentar aceptar la realidad y superarla? ¿Tú crees que volverá si llamas la atención y rompes las reglas? Tenemos la creencia en que sí lo volverás a ver, pero no saliendo de su tumba, Regina –sus palabras traspasaban mi corazón-. Imagina si estuviera aquí. ¿Qué pensaría de ti? Andas con muchos chicos, fumas aunque sea un poco, tomas otro poco más, no cuidas ni tu propia dignidad. Al menos haz eso, Regina. Guarda un poco de honor hacia ti misma –miró hacia abajo y luego observó la cara- me niego a creer que mi hija de quince años haya hecho lo que esta carta asegura. Demuéstrame que no me equivoco.

Salió de la sala y mi tía la siguió. Yo quedé echa polvo en el sillón ocre, abrazada a un cojín azul y odiando el papel que tenía en mis manos y más al autor del mismo.



-Tengo un problema. Un problema enorme –llamé a las chicas para contarles todo. Lo dije lo más rápido que pude para que juntas pensáramos en un plan convincente. Dijeron que llegarían en cuanto pudieran, pero les advertí que sería mejor no hablar con mi tía y mi madre al entrar a la casa además de los saludos iniciales. Luego llamé a Mariano para que él también pensara qué podía hacer.

Estaba dando quizás la vuelta número treinta y seis alrededor de mi cuarto, escabullendo mi cerebro hasta el cansancio en busca de una solución. Miré por la ventana y Pablo estaba ahí. Julio estaba con él, pero lo raro es que se encontraban en silencio, sin conversar ni un poco. No me importo saber qué les ocurría, pues yo ya tenía suficientes problemas como para dejar un espacio libre en mi cabeza.

Las chicas llegaron y siguieron mis instrucciones: saludar a mi tía y madre pero subir rápidamente para no ser acosadas por preguntas. Lo que yo me preguntaba era cómo mi mamá había dejado que me viera con amigas en un momento así pues ella estaba muy enojada.

-No entiendo muy bien qué ocurrió –decía Marcela.
-Ya te lo expliqué –replicaba yo. Y entonces Beatriz comenzaba a contar la historia por quinceava vez.
-Tenemos que encontrar una solución de inmediato.
-Ya, Inés, llevas mucho rato diciendo eso. El problema es qué solución –yo estaba desesperada y muy irritada.
-Compongamos pruebas falsas. Digámosle a nuestros amigos que afirmen que siempre estuviste en la fiesta, y Marcela debe asegurar que dormiste en su casa. Luego inventar una historia de por qué alguien querría arruinarte así con una carta.
-De acuerdo, de acuerdo. Digamos que Susana –Susana era una chica de la clase a la que le teníamos mucha confianza- copió en un examen y Regina la delató. Ahora para vengarse, pues esa nota tenía mucha puntuación final, Susana envió la carta mintiendo. Podemos pedirle que venga a atestiguar y acepte que fue su culpa…
-Mi tía y mi madre terminarán odiando a la pobre chica –apunté al escuchar la solución de Daniela.
-Casi no te juntas con ella, y además luego pueden juntarse mucho y parecer de las mejores amigas. Sinceramente no creo que eso sea necesario, y no creo que a Susana le importe caerle bien a tu tía o a tu mamá que casi nunca ve, ni siquiera la conoce.
-En eso tienes razón… Creo que está bien. Está algo vacía, de todas maneras –seguía preocupada-. ¿Y qué pruebas falsas juntaremos de que dormí en casa de Marcela hasta el final de la fiesta?
-Pablo dirá que él lo vio todo. Él afirmará que fue de los últimos en salir y te preguntó a dónde ibas. Mariano también será un testigo, él se despidió de nosotras y nos acompañó a casa. Así mantendremos fuera de esto a mi madre –dijo Marcela.
-¿Creen que funcionará?

Las chicas se miraron entre sí.

-Debemos intentarlo, ¿no? –preguntó en voz baja y poco convincente Inés.
-Eso creo… No me parece bien involucrar a todos los chicos, de todas maneras.
-Vamos, Regina. Es eso o te vas a un internado.

Y esas palabras fueron suficientes para ponernos en acción.

Llamamos a Susana, Mariano, Fernanda (amiga de Susana, ambas del grupo de Julio) y a Pablo. Todos aceptaron formar parte del plan. A Pablo lo noté algo desanimado y distraído cuando contestó el teléfono, pero cuando escuchó de qué se trataba se puso manos a la obra.

-Mamá, creo que aquí tienes la respuesta a esa carta –me acerqué tímidamente a la cocina. Susana había llegado acompañada de Fernanda.
-¿Qué pasa? –preguntó mi madre.
-Creo que todo fue algo que yo inventé –fingió Susana-. Tuvimos un examen el mes pasado, uno de mucho valor en la nota final. Regina pensó que yo estaba copiando –ella decidió no echarse la falsa culpa de copiar en los exámenes para no manchar su nombre- y me acusó al maestro. Yo me enojé muchísimo pues no era cierto. Entonces comencé a planear cómo vengarme…
-Desde un momento sospeché que era de Susana –intervine-, pero primero debía asegurarme.

Mi madre estaba paralizada.

-¿Entonces todo fue un plan de mal gusto por un problema de colegio? ¿Te das cuenta el lío en el que pudiste haber metido a Regina? –se dirigió a Susana.
-Ella me metió en un lío también. No fue a decirle al profesor que todo había sido un malentendido y me quitaron la nota.
-¿Es cierto, Regina?
-Yo creí que sí era cierto. Pero ahora todo está claro, ¿no? Además, Pablo –en ese momento Pablo se acercó –fue el último en irse de la fiesta y él vio cómo Mariano, un gran amigo de confianza que no pudo venir en este momento pues tenía asuntos personales que atender, nos llevó a Marcela y a mí a la casa de Marcela. La madre de Marcela ya estaba dormida y ni siquiera notó cuando yo, a la mañana siguiente, salí de la casa. Así que no salí de ninguna casa de “un chico de mi mismo colegio”, sino de una de mis mejores amigas.
-Hola –Pablo le dio la mano a mi madre-. Es totalmente cierto lo que dice. Yo soy el vecino de Regina.

Mi tía y en especial mi madre dudaron un momento. Mamá ya sabía todas mis técnicas de mentiras y farsas, así que comencé a ponerme nerviosa pues tal vez había descubierto que no estábamos diciendo la verdad. Pero quizás fue la sonrisa de Pablo la que la hizo cambiar de opinión, o tal vez decidió que prefería creer que todo era cierto a pensar que de verdad había estado una noche con Santiago.

Mi tía, por otro lado, parecía más convencida. Suspiré de alivio, como imagino que hicieron algunos de los que ahí se encontraban, cuando mi madre dijo:

-Entonces creo que es cierto. Chica, deberías dejar de hacer ese tipo de engaños –se dirigió a Susana. Habíamos mantenido su nombre en secreto pues así cuando le hablara de ella no hiciera mala cara. Susana hizo cara de niña que había aprendido la lección-. Y, Pablo, gracias por molestarte en venir.

Todos los jóvenes salimos de esa pequeña cocina y nos dirigimos al jardín. Un fuerte sol nos asfixiaba de calor pero estábamos demasiado eufóricos como para que eso nos molestara.

-¡Se lo creyó! –dije sin articular sonidos, sólo moviendo la boca.

Todos me sonrieron y yo abracé fuertemente a Susana.

-Muchísimas gracias, eres de lo mejor.
-¡Ni lo digas! Nos encanta ayudar a la amiguita de Pablo –contestó lanzando una furtiva mirada a mi vecino-. Entonces, chicas, ¿van a acompañarnos al puerto? La casa de Luis es genial, y todas vamos a caber de maravilla en un cuarto exclusivo de chicas.
-A algunas se nos dificultará un poco, pero intentaremos conseguir permiso –prometí.

Luego marqué el celular de Mariano y le conté la buena noticia.

-¡Genial! Y perdón por no haber podido llegar, es que no me dejan salir.
-Ni te preocupes. ¡Gracias de todos modos!

Después les di las gracias a todas las chicas y luego siguió Pablo.

-Gracias otra vez –una pequeña sonrisa se dibujaba tímidamente en mi rostro. Pero Pablo me abrazó, y eso fue mejor que ver una de sus sonrisas. Aspiré su delicioso aroma, encantada de estar en esa posición.
-Te dije que te devolvería la alegría que tú has traído –ahora sonrió.
-Oye, ¿te puedo preguntar algo? –no esperé que respondiera y continué-. Julio estuvo contigo en la mañana, pero ambos estaban muy serios y callados. ¿Ha pasado algo?
-¿Cómo dices? No, para nada. Sólo no hablábamos. Es algo que solemos hacer cuando se nos acaban las ideas sobre qué conversar.
-Ah, ya veo. Perdón, sólo quería saber.
Nos despedimos los unos de los otros y yo me entré a casa. Mamá ya estaba más relajada, pero igual me pidió que me acercara a la sala a hablar.
-Ese ha sido un gran susto –comenzó-. Pero hazme prometer que no ha sido más que la verdad.

Mi corazón palpitaba rápidamente. Había mentido. Mentido gravemente, hasta había hecho que mis amigos mintieran. No lo había comprendido de esa forma…

-Es la verdad –dije suavemente.



Ya en mi cuarto, me encontraba recostada en mi cama leyendo una revista Seventeen. Me levanté a abrir la ventana porque tenía mucho calor, y vi a Pablo de nuevo. Decidí salir a conversar con él.

-¿Qué hay? –saludé alegremente-. Claro, después de todo el escándalo de hoy… -pero no pude continuar. Pablo tenía una mirada horrible, como si no hubiera dormido hace mucho, como si el fin del mundo estuviera cerca, como si fuera a derrumbarse en cualquier momento, como si estuviera a punto de echarse a llorar, como si no soportara seguir vivo y se encontrara decidiendo la mejor forma para morir…
-Tenías razón –su voz era más escalofriante que su rostro-. Julio y yo estábamos serios y callados porque han sucedido cosas –se detuvo. Luego, habiendo encontrado fuerzas de quién sabe dónde, soltó su preocupación-: Isabela ha dejado de responder a los tratamientos.




_________________________
FUERON RESPONDIDAS SUS DUDAS? Aquí tienen su capítulo!!!!! Adivinen, hasta hoy pude publicar porque ayer fue un día atareadoo y lleno de cosas que ni siquiera me metí un minuto a la compu... y sí, tenían razón, la carta era de ese maldito Santiago!! Bueno, ojalá les gustee el capítuloo completoo y las deje en suspenso... comenten, saben que me encanta que lo hagan!! Inviten a mi blog! hahahaha...

Hoy sí me emocioné escribiendo :P hahaha uff quiero continuar, de veras!! Pero tengo que ssalir de la compu... Nos vemos (:

NOTA: la carta dice "señorita Orellana" pero va dirigida a la tía. Recuerden que ella está divorciada, por lo que decidió quedarse con su apellido de soltera y no es "señora" aunque esté grande porque "no está casada".

9 de enero de 2010

4

Hmm...

¿Qué piensan del "logo" o como se diga que hice para el blog? Mch era un poquito más alargado no así rechonchito como se ve... pero blogger lo hizo como quiso. No estoy segura de si me gusta. Quizás lo cambie, no sé... Como que no va mucho, ¿verdad?

Oops, oops, se me olvidó decir que no, no lo dibujé yo!!! Cuando tenga tiempo tal vez sí dibuje unoo y lo scanee y lo ponga :D
0

Necesito su voto!

Chicas! Acabo de postularme en "Los 'oscars' de los blogs"... Postulé este blog como mejor novela del mes y la semana y mi otro blog como mejor blog del mes y la semana... Bueno, sólo he dejado un comment diciendo que me gustaría entrar en las votaciones!! Si me agregan en las encuestas, les gustaría votar por mí? No están obligadas, obviamente, es sólo para contarles ^^

Ustedes también pueden postularse! Entran a ese blog de Óscares (ya tiene el link allá arriba) y dejan un comment y listo!

Yo les aviso si me toman en cuenta para las votaciones, si? Bueno, nos vemos!!
2

Bad News!

Les había dicho que publicaría cuando lo pidieran, verdad? Pero hoy no puedo! Lo que pasa es que mi cerebrito estaba algo frito hace unas horas cuando comencé a usar la compu, y ahora ya llevo mucho tiempo aquí por lo que tengo que salirme -_- Mañana voy a salir de mi casa y no sé a qué horas regresaré, así que no sé si publicaré mañana. Lo más probable es que sí escriba para el lunes... PERO GUARDEN ESPERANZAS, quien sabe si mañana lo hago en un dos por tres cuando regrese!!!!

Para hacer algo más largo el suspenso y eso creo que sí dejaré dos días de por medio entre cada publicación! Les juro que esta vez (la de hoy) no fue intencional, sólo no me quedó tiempo de escribir! Pero luego tal vez sí escriba pero no publique y vaya publicando poco a poco, no por ser mala persona, DE VERAS!! Sino para mantener el blog más tiempo (mis capítulos son re largos, entonces no sé si van a llegar hasta el número 80 verdad! Si los hiciera de una página de word llevarían 71 capítulos ahahaha!!!! Pero imagínensee no iríamos por esta parte de la historia todavía...) y aparte de eso darle tiempo a todas las personas que se metan a mi blog y quieran leer la historia completa pero sienten que nunca terminan porque publico a cada rato ^^ es súper bueno publicar a cada rato y además me mantengo entretenidísima, pero mejor lo dejaré así. De todas formas voy a intentar avanzar miles en mi archivo de word esta última semana de vacaciones que tengo para después ya no tardarme semanas porque tengo tareas o algo así... sólo tendría que publicar lo que tengo guardado!! Es hasta mejor para ustedes! Les doy tiempo para imaginar qué sucederá (ya leí algunas suposiciones del otro cap!), les doy tiempo a otras para leer todita la historia y prevengo que pasemos meses sin Regina, Pablo, Isabela y todos los demás!! Porque si no, publico cada día de esta semana pero paso todo el resto de enero ocupada en el cole hahahaahah!!

Uff explicación algo larga... NO es por ser mala!! Es por el bien del blog, y no dejen de seguirlo por esto! :D No hablo de pasar diez días sin publicar a menos que ocurra una emergencia, hablo de dos o tres días apenitas, lo normal en algunos blogs ^^

Las quiero!!!! Y mil gracias por comentar y seguirme :D
Andrea Pink Mandarina (:

P.D.: SE ME OLVIDABA!!! MÁS DE MIL VISITAS! Wow demasiadas demasiadas GRACIAS!!!!!!! No sería NADA posible sin ustedes, muchas gracias a quienes dicen que ya son mis fans, es increíble!!!!!!!

8 de enero de 2010

7

CAPÍTULO TRECE. Vacaciones y una sorpresa.

Las vacaciones de medio año al fin habían llegado. Dos semanas para descansar de tanto trabajo era justo lo que necesitaba. Decidí pedirle permiso a mi madre para irme una semana a la ciudad y llevar a las DIMBRIM. Accedió de inmediato, lo que fue un milagro.

Llegamos a mi antigua casa y ayudé a las chicas a instalarse rápidamente. Isabela había conseguido permiso, pero tan sólo cuatro días. Era algo complicado arreglar mi habitación para siete personas, pero como era mucho más grande que la que tenía en casa de tía Ana, al menos se podía respirar.

-Chicas, ¿se dan cuenta? Nuestra primera semana juntas como DIMBRIM.
-¿DIMBRIM? –se extrañó Isabela.
-¿Qué no le has contado? –Continuó Mari dirigiéndose a mí. Luego le explicó-: nuestras iniciales, Isa. Daniela, Isabela, Marcela, Bea, Regina, Inés y yo, Mari.
-¡Vaya! ¿Me tuvieron en cuenta para un club secreto?
-No es que sea un club secreto –reí-. Pero sí te tuvimos en cuenta. Estuviste en la pijamada, ¿no?
-Cierto, pero no imaginé que me consideraran una amiga de verdad.
-Entonces, ¿qué? –la miró Bea-. ¿Nuestra mascota?

Todas nos reímos y yo me dirigí a mi maleta. Saqué un cuaderno con tapas de cartón decoradas y hojas de muchos colores.

-¿Y eso qué es? –Daniela, por supuesto, curiosa en saber qué traía entre manos.
-Un cuaderno…
-Lo sé. Pero, ¿para qué es?
-Bueno, es un cuaderno para nosotras –ahora todas me ponían atención-. ¿No han visto en las películas que las mejores amigas siempre tienen un cuaderno, así como un scrapbook para recordar todo lo que hacen? Pues este es nuestro libro de recuerdos. Son bienvenidas cualquier tipo de fotos, comentarios, chistes, papelitos, decoraciones raras… ¡Podemos hacer lo que queramos con estas hojas! Será nuestra historia, la historia de las DIMBRIM –las chicas me miraban atentamente. Comenzaba a ponerme nerviosa cuando, de pronto, Inés se tiró encima mío y caímos ruidosamente en mi cama, que ya estaba ocupada por Isabela y Bea.
-¡Ah! –fue lo que grité.
-¡Eres increíblemente adorable! –me golpeaba Inés con las almohadas.
-¿Y así demuestras tu cariño? –carcajeé. Se detuvo, y pensé que todo había terminado. Pensé.
-¡CHICAS! –y las seis, adolescentes y niña, se aventaron en la cama abrazándome e impidiéndome respirar.
-¡Calma! ¡Calma! –tosía-. Pero, ¿qué les pasa?
-Es una idea fantástica –exclamó Marcela, a quien tenía cara a cara.
-¡Genial! –opinaron las demás.
-Guau, eres una buenísima amiga. No sé cómo pudimos dejarte ir –suspiró Bea.
-¿Así que sí se pelearon? –interrogó Isabela.
-Olvídalo, somos mejores amigas, ¿no?.

Y la sonrisa de Beatriz y mis otras mejores amigas fue suficiente para que pudiera volver a respirar.



-Esperen, todavía no estoy lista –repetía por undécima vez Marcela. Llevaba ratos intentando planchar su cabello con ayuda de Dani.

Nos arreglábamos para salir a Plaza Fontabella, un centro comercial hermoso y relajante. Me había puesto un vestido blanco con rosas de tela en el frente y unas medias negras. Isabela llevaba una de mis diademas de listón; le fascinó la de color turquesa.

Terminamos de vestirnos, peinarnos y maquillarnos y salimos para que mi madre nos llevara. Iríamos en la camioneta, por supuesto. Siete de nosotras no cabríamos en el Nissan Tiida beige de mi mamá.

Llegamos al centro comercial y la estábamos pasando muy bien. Justo estábamos comprando unos helados cuando escuché unas risas escandalosas a mi espalda, unas risas muy familiares.

-¿Regina? –preguntó un chico cuando notó que una mirada lo observaba-. No es cierto. Chicos, ¿ya vieron?

Todos voltearon al unísono cuando Sebastián hizo la pregunta. Gaby me hizo una mueca, Natalia volteó la mirada y siguió tomando su capuchino, Jimena y Marisa parecían estar en shock, el que me había descubierto tenía cara de idiota presumido, Diego tenía una mirada vacía, Mario me miró pero luego se volteó y colocó su cabeza cerca del cuello de Gaby, Carlos tuvo una resolución más sencilla y se puso a jugar con su llavero y Daniel… él traía de la mano a una chica rubia que parecía estar pasándola bien.

-Hola –dije cortadamente. Las DIMBRIM callaron.
-Nos tenías olvidados, ¿verdad? –fingió Diego riéndose. Me volteé y comencé a ordenar mi helado-. Dije –continuó-, que nos tenías olvidados –entonces se levantó y me tomó del hombro obligándome a darme la vuelta.
-¿Cuál es tu problema? –exclamé-. Suéltame. Ya.
-¿Y si no? –pero el vendedor obligó a que me soltara preguntando amenazadoramente si había algún problema.
-Son patéticos –los miraba-. Todos ustedes, simplemente patéticos. ¿Creen que son el gran tesoro de los dioses, mas bien, que son dioses ustedes mismos? Están juntos por interés, no es ninguna verdadera amistad. A ustedes las usan –me dirigí a ellas-, y ustedes son unos cerdos irrespetuosos –les estampé a ellos-. Doy gracias a mi madre que me haya enviado lejos para darme cuenta con qué grupo de patanes me estaba juntando.
-Lo que digas –oí decir a Gaby con la mirada baja.
-Sí, exacto. Lo que digo. Pobre de ti, Gaby. En cuanto Mario encuentre a otra chica te deja, y lo sabes. Lo mismo pienso de todos, a decir verdad. Igual Daniel –la chica rubia se sorprendió-. ¿Qué? ¿Creías que iban a casarse?

Ninguno sonreía ya, ni de broma. Pedí mi helado y me alejé con las DIMBRIM. Estaba muy alterada y eso se podía notar.

-Calma, Regs –pidió Marcela mientras ponía una mano sobre mi hombro.
-Lo sé, es que son unos tontos. Pero estoy bien, de veras –sonreí-. ¿Quieren que nos tomemos las primeras fotos para nuestro scrapbook?
-Eso sería genial –dijo Isabela en nombre de todas-. Ojalá Pablo estuviera aquí, así podría tomarnos él las fotos y al mismo tiempo estaría contigo, Regina.

Esa niña sabía más de lo que debía. Decidí callar, y las otras reían por lo bajo.

La misión de fotos fue, como supuso Isabela, genial. Nos tomamos como ciento cincuenta, y algunas eran tan tontas que cuando las mirábamos nos partíamos de la risa.

-¡Time for secrets! –exclamó Bea.
-¿Cómo?
-Sí, hora de los secretos para nuestro libro. Empieza Mari. ¡Vamos! Anota quién te gusta.
-Pero si ya todas lo saben…
-No lo sabe el libro.
-No lo sé yo –suspiró Isabela-. Creo que no debería pertenecer a ustedes después de todo.
-¡Pero qué cosas dices! Las reuniones y el libro son para que nos conozcamos más, precisamente –expliqué.
-Bien, bien, hora de los secretos, como digan –Mari se aproximó al libro con la pluma verde limón de tinta negra que yo había diseñado especialmente para el libro. Escribió con mucho cuidado-. “Rodrigo es un encanto y es todo mío, mío, mío, mío, ¡¡¡¡MÍO!!!!” –leyó en voz alta.
-¡Mi turno! –Dijo Bea-. “Santiago es un tonto salido del barranco que odio demasiado; ahora mi corazón está tomándose unas vacaciones” –todas reímos mucho al escuchar lo que salía de la boca de Beatriz.
-Me toca –saltó Daniela-. “Gabo es simplemente… divino <3” –Gabo era un chico de cabello castaño de cuarto curso que traía más que enamorada a Daniela. Y era de esperarse, pues era su novio.
-Ay, sí, muy loca de amor –se burló en broma Marcela-. “En cambio, yo, Marce, tengo los pies en el suelo. ¡Sigo en espera del indicado! Ojalá llegue pronto…” –una carcajada salió de cada una. “Es que no se acuerda de Julio”, susurró Bea en el oído de Dani. Marcela le lanzó una almohada y le pasó el lapicero a Inés-. Tu turno.

Inés suspiró, pero a fin de cuentas lo escribió.

-“Mi Mariano” –y sonrió con dulzura. Inés sentía más que amistad con él, pero lastimosamente él no le correspondía pues quería a Cecilia. Inés no apagaba sus esperanzas, pero igualmente le daba espacio, pues pensaba que amor verdadero era dejarlo amar a quien quisiera y desearle felicidad sin obligarlo a nada.

-Ahora, Isa –me miró furtivamente. Claro, querían dejarme para el final. Los nervios comenzaban a asomarse en mi estómago.
-Pues a mí no me gusta nadie –admitió.
-¡A todos nos gusta alguien! Excepto a Marcela, aún no.
-¡Pues estoy igual que Marcela!
-Anótalo de todas maneras.
-“No me gusta nadie y eso es… COOL” –rió Isabela de su propia salida. Todas, como era de esperarse, hicimos lo mismo-. Ahora tú, Sunny Daze.
-¿Sunny…?
-No pregunten –les advertí-. Está bien, es mi turno –pero sonó mi celular, y casi desmayo cuando vi el identificador. No podía ser cierto…-. ¿Hola?
-Hola, Reggie –saludó Pablo-. ¿Cómo estás?
-Muy bien –las chicas se moría por saber quién era, pero no se los diría-. ¿Y tú?
-Disfrutando que hace una semana me quitaron el yeso.
-El tiempo se pasa volando, ¿no?
-Demasiado –paró-. ¿Regresas en una semana, verdad?
-En seis días, realmente. Isabela regresa en dos.
-Llámala Isa, lo prefiere –aconsejó-. En realidad, haz lo que quieras.
-Claro –reí-. ¿Por qué me preguntabas?
-El otro sábado iremos al puerto con Luis –otro de sus amigos-. Nos quedaremos dos noches. Me preguntaba si querías acompañarnos. Van a ir las chicas de mi grupo y otras cuantas; se quedarán todas en dos habitaciones únicamente para ustedes. Nosotros dormiremos en otro cuarto.
-¿Y estás seguro que todos y todas quieren que vaya? –me preocupé.
-Por supuesto que sí, eres mi invitada de honor –bromeó-. Puedes traer a las chicas si quieres.
-¿Bromeas?
-No, Luis está aquí mismo, a la par mía. Dice que todas están invitadas.
-Pásamelo.
-¿Es que no confías en mí? –rió.
-De acuerdo, te creo. Pediré permiso, te aviso más tarde, ¿si?
-Perfecto –pude sentir un gesto de felicidad a través del celular.
-¡Perfecto! –dije yo más emocionada.
-Oye… -continuó, ahora bajando la voz-. Te veo después.
-Así es –sonreí-. ¡Adiós!
-Adiós, Regina, mi rayo –y colgó de inmediato. Me quedé sin respirar. GUAU. Eso había sido… definitivamente asombroso. Corrí de vuelta dónde estaban todas las chicas preguntando como locas quién había llamado y tomé la pluma. Antes de escribir, miré a Isabela y le dije-: Promete que no saldrá nada de tu boca acerca de lo que hablamos en estas reuniones.
-Lo prometo, jamás traicionaría a las DIMBRIM.
-¿Lo juras?
-¡Absolutamente!

Eso me bastaba. Tomé el cuaderno y anoté: “Papo. Porque me trata mejor de lo que merezco, porque me hace estar feliz, porque es él. Es la perfección”.



El resto de la semana no fue muy digno de mencionar en el cuaderno. La pasamos muy bien, pero sin nada fue de lo normal. Les había contado a las DIMBRIM lo del sábado, justo un día después que Isabela tuvo que regresar a casa. Lo hice porque Pablo no me perdonaría haberla emocionado con ir al puerto con nosotros sabiendo que no podría. La pobrecita trataba de demostrar que no estaba enferma, pero se notaba su fatiga y desgana a cierta hora del día.

Las otras DIMBRIM estaban felices con la idea, pero no todas estaban seguras de poder asistir. Marcela tenía un bautizo planeado con meses de anticipación: el de su propio primito. Mari iba a ir a una reunión de animales y estaba súper emocionada. Inés debía rogar a sus padres, así que sólo quedábamos Bea, Daniela y yo.

La semana acabó y regresamos al pueblo. Mi tía estaba feliz de verme, y yo también me alegraba en el fondo. Siguió así hasta después de dos días. De repente, estaba completamente cambiada. Enojada y distante. Y mi madre llegó. ¿Qué pasaba que hasta mi madre había tenido que llegar a la casa?

-Llegó una carta –me dijo fuertemente.
-¿Y de quién, mamá?
-No lo sabemos –habló mi tía-. Pero pudimos leer lo que contenía, por supuesto.
Me estaba poniendo muy preocupada. ¿Alguien me podía decir qué estaba ocurriendo?
-Me están asustando. ¿Qué ocurre?
-Debí haberte enviado a un internado, lo sabía, Regina. Y pensar que yo creía que habías cambiado.
-Mamá, es en serio. Dime qué pasa.
-¿Y por qué no lees tú misma, mejor?

Tomé la carta de sus manos y se me congeló el corazón.



________________________
Muy bien, aquí está el capítulo número trece. Díganme que las dejé en suspenso!!!! Ya verán lo que es... Creo que estoy repitiendo muchas veces la palabra sonreír o sonrisa, pero es que no existe un sinónimo para eso y es lo que quiero que hagan los personajes... Qué complicado...

Todos los comentarios son súper recibidos. Inviten a todos a mi blog! También recuerden mi otro blog!

Perdón por publicar tan noche, pero es que no tuve tiempo en el día y me distraje bastante cuando comencé a las ocho a escribir... Creo que es el capítulo en el que más me he tardado porque lo sentí interminablee -_-

Sé que les prometí un test en mi otro blog, pero resulta que ya me están sacando de la compu porque la quieren usar. Mañana lo pongo de seguro :D

No sabía que poner para que Pablo le dijera a Regina... sólo se me ocurrió "rayo" por eso de Sunny Daze que inventó Isabela. Y me gustó que colgara de inmediato porque significa que se puso nervioso ^^ okaay... suficiente no? Quieren que publique mañana o lo deje para el lunes o miércoles de la otra semana? Ay me cuentan para cuándo lo quieren ;D

6 de enero de 2010

6

CAPÍTULO DOCE. Mariposas sueltas.

El final de esa tarde con Pablo fue para recordarla por siempre. Nos estábamos despidiendo cuando de repente me miró y me abrazó. Me abrazó fuertemente. Me dijo que si él era mi amigo era porque quería, nadie lo estaba obligando. Dijo que siempre estaría ahí para mí. Durante ese abrazo me sentí en el cielo, en un cielo bañado en loción Black XS de Paco Rabanne. Estaba en brazos de un ángel… mi ángel.

Qué más da decir que no pude concentrarme en nada al día siguiente. Seguía por las nubes: mis amigas eran eso, mis amigas; Mariano y Rodrigo eran chicos estupendos y la tarde anterior Pablo me había rodeado y dicho cosas muy bonitas.

Tristemente mi alegría no duró mucho. Daba igual, era algo a lo que estaba acostumbrada.

Ese viernes por la mañana llamó mi madre. La madre de mi padre, o sea mi abuela, había sufrido una caída hace pocas horas. La habían llevado al hospital pero no sabían qué esperar. Mi tía me sacó urgentemente del colegio. Yo dejé todas mis cosas desparramadas, esperando que algún alma bondadosa se ocupara luego de ello. En fin, no me importaba. Me preocupaba mi abuela. Unos minutos después Ana y yo íbamos en el carro beige directo a la ciudad.

-¡Mamá! ¿Cómo va? –noté que casi toda mi familia de parte de padre estaba ahí, además de gente desconocida, posiblemente amigos.
-Hola, Regina. Gracias a Dios les fue bien en el viaje –nos miró y prosiguió-: no sabemos nada. El doctor sigue adentro con ella.

“Resiste, abuelita Carmen. Resiste”, pensaba continuamente. La mujer que había considerado invencible… Mi abuela paterna era de las que ya no hay. Y se mantenía muy saludable, no pasaba el día entero recostada viendo telenovelas. No, esa no era mi abuelita. Mi abuelita se ejercitaba y comía sanamente, reía y la depresión no existía para ella. Recuerdo cuando era pequeña y cada vez que la visitábamos preparaba galletas de avena deliciosas. Las acompañaba de leche pura y a veces también de otros postres. Su casa siempre olía delicioso. Pan de banano, tres leches, cubiletes de mora, galletas de mantequilla… Cocinaba de todo. Y especialmente para nosotros. También recuerdo cuando nos contaba historias de nuestro padre y él se mostraba orgulloso. Aún cuando él falleció, eso no logró que ella lo olvidara. Hasta mando a colgar los premios escolares que había ganado cuando era más joven. Claro que no, ella no olvidaría a su hijo único. Y yo que la había despreciado esos últimos años por eso…

“Resiste, abuelita Carmen. Por toda tu familia que te ama. Por mí. Por papá”.



¿Cómo había pasado todo tan rápido? Sólo recuerdo haber salido muy tarde del hospital con lágrimas abundantes en mis ojos. Esa noche mi tía y yo nos quedamos a dormir en mi antigua casa. Al día siguiente estábamos en el funeral de mi fuerte abuelita paterna. Tristeza era lo que se respiraba en el aire. Más tarde, ese domingo, se realizó el entierro.

Pablo y mis otros amigos me habían llamado para saber qué había pasado. No contesté todas las llamadas. Sólo le dije a Mariano, Marcela y Pablo lo que ocurrió, y ellos se encargarían de contárselo a quienes fuera necesario. El que más ánimos para continuar me dio fue Pablo.

Mi madre decidió que me quedara el lunes en casa. Ya regresaría al colegio el martes. Así era mejor, me podría tranquilizar un poco y no estallar en llanto de la nada frente a todos mis compañeros.

Ya en casa recibí un mensajito de Bea, que decía lo siento (era como la décima vez que le repetía) y también me comunicaba sobre “malas noticias”. Le pregunté qué había sucedido y su respuesta casi me bota de la silla.

Las chicas, por supuesto, me habían hecho admitir que Pablo me gustaba. La verdad no sé por qué lo había aceptado; ni siquiera a mí misma me lo había confirmado. Nunca había conocido a un chico que me “gustara” así… Siempre me había dejado llevar y no pasaba ni un mes hasta que nos besáramos o volviéramos novios. El punto es que lo sabían, y como todo grupo de amigas habían prometido ayudarme con él o contarme cualquier cosa que me interesara saber.

“Tu Papo (así le llamaban en secreto a Pablo, sólo yo estaba autorizada a utilizar el sobrenombre con libertad)… ¡¡¡se fracturó la pierna!!! Anda con una muleta y se ve re divertido hahahaaha!”

“¡COMO! ¿Cómo pasó?”

“Se cayó en las gradas… fue súper divertido. ¡No me lo tomes a mal! Pero debiste haberlo visto”.

“Pobre. ¿Debería ir a verlo?”

“Aprovéchate de la situación, chica”.


Y, como dijo Bea, me aproveché de la situación. No estaba con mucho humor para salir a conversar, pero Pablo había tenido un accidente. Menos mal no fue una caída fuerte como la de mi abuelita.

Pablo estaba recostado en su cama leyendo el libro que le regalaron por su cumpleaños. Un yeso azul le cubría la pierna izquierda.

-¿Te duele? –se volteó para ver quien era. Y luego, como si verme fuera la gran cosa, me sonrió.
-Hola, Regs. ¿Quién te dejó entrar? –imitó mi pregunta y tono del día que él fue a mi habitación.
-Tu madre. E Isabela, claro.
-Sí, a veces parece que ella manda más que mi propia madre. ¿Te gusta? –señaló el yeso.
-No entiendo como te caíste de las gradas para hacerte eso.
-Ya sabes la multitud de gente que se hace a la hora de bajar del edificio o subir –me explicó-. A quien engaño –dijo de repente-. Íbamos a educación física e hice una apuesta con Andrés. Él, como tramposo que es, me empujó. Deberías haber visto como se retorcía de la risa al ver que salí volando. Ven, siéntate en la silla.
-¿Por una carrera tonta te fracturaste? ¡Qué ridículo! –me senté.
-Soy ridículo, que más puedo hacer.
-No me respondiste si te dolía –yo no tenía ganas de bromear.
-Ah, me duele un poco –Pablo no le daba nada de importancia al asunto. En vez de eso, me preguntó-: ¿tú cómo estás?
-Bien, supongo.
-Sabes que lo lamento mucho.
-Por supuesto que lo sé –ahora fui yo quien lo tranquilizó.

Estuvimos un momento en silencio. Fue la pequeña Isabela quien lo rompió al entrar ruidosamente en la habitación.

-¡Hola, Regina! Pablo, tus pastillas –lanzó un paquetito a la cama.
-Gracias, Isa.
-Hola, Isabela. ¿No tienes tareas?
-¿Quieres que te deje a solas con Pablo, no es verdad? –se sentó a un lado de la cama.

Puse los ojos como platos y Pablo se tiró una carcajada.

-¿Qué? No, ¡para nada! Sólo quería saber.
-Pues sólo me falta la de matemáticas –comenzó a comer una barra de chocolate Take 5 que tenía en su mano-. Oye… -dejó de comer y me observó-. Siento mucho lo de tu abuelita.
-Yo también, pero muchas gracias.
-¿Quieres un poco? –me ofreció.
-¡Claro! Ama los chocolates –intervino Pablo.
-¿Cómo lo…? Oh, cierto, lo que hablábamos aquel día –no pude evitar sonreír.
-Ten un poco –cortó un pedacito y me lo dio-. ¿Tú quieres, Pablo?
-No, gracias, Isa. ¿Y si me traes unas palomitas?
-Ni siquiera hablaba en serio con lo del chocolate –dijo mientras se levantaba y se iba.
-Tu hermana es muy divertida –reí.
-Sí, encantadora, más cuando está enojada. Deberías verla, el otro día le tomé un lapicero sin permiso y casi me arranca el pelo.
-Tendría que verlo para creerlo –dije sarcásticamente.
-¿Quieres que te de las tareas del viernes y de hoy? Aunque las de hoy no las tengo completas, porque perdí algunas clases por lo de la caída y eso.
-Hm, creo que esperaré hasta mañana para ponerme al día.

Isabela volvió a entrar, ahora con un plato de ensalada muy grande. Chocolate y ensalada, rara combinación.

-¿Fuiste por una ensalada pero no por mis palomitas?
-Duérmete, Pablo –le exigió en broma mientras le lanzaba una lechuga. Luego los tres volvimos a guardar silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Isabela, como habrán imaginado, habló de primero-. He encontrado un nickname para ti, Regina.
-¿Cómo?
-Así es, un nickname. Pablo es mi Care Bear, yo soy Star Catcher. Tú serás Sunny Daze.
-¿Sunny Daze? –dije interesada.
-Ajá, como Destello.
-¿Y por qué? –eso se volvía más interesante.
-Porque eres como un rayito de sol. Antes que vinieras, Pablo parecía un funeral andante. Hasta mis padres han cambiado al ver que él ha cambiado. Y yo me he vuelto más alegre al ver que él –señaló a Pablo- y mis padres han cambiado.

Miré a Pablo. En ese momento tenía su vista puesta en ningún punto en especial.

-¿Cómo es eso? –le pregunté.
-No lo sé, como dice ella –ahora Pablo me miraba fijamente-. Desde que viniste he cambiado. Digamos que me has dado más alegría de la que tenía antes.
-¿Hablan en serio? –me sorprendí. Al ver que ninguno de los dos reaccionaba continué-. Hablan en serio –ahora ya no era una pregunta, era una afirmación.
-Claro que hablamos en serio –rió Isabela-. Bien, ya tienes tu sobrenombre. Iré a hacer mi tarea y luego iré a jugar con JellyYogurt.

Salió saltando de la habitación dejando a un tranquilo Pablo y una confusa Regina.

-Pero, ¿cómo te he cambiado yo? –siempre había sido una persona insistente y quería saber más sobre eso.
-¡No lo sé! –soltó una leve risa-. Mira –dijo al ver que seguía perdida-, cuando tú no estabas aquí, todo el que visitara esta casa podía sentir el peso de la tragedia de Isabela. Parecía como si no hubiera pasado ni un mes desde que dieron el diagnóstico. Mis padres cuidaban a Isabela, yo la cuidaba… Pero al mismo tiempo buscaba escapar de este lugar. Era difícil, porque no quería dejarla sola al mismo tiempo –parecía no poder respirar-. Pero entonces apareces tú –de nuevo me miró fijamente-. Tú y tu raro don de poner feliz y de buen humor a todo el mundo, aún con esa actitud tan pesada que traías.
-Pensé que no te caía bien al principio…
-Sí, porque no entendía que era lo que pasaba. Pero nos fuimos conociendo y poco a poco la casa fue respirando de mi alegría, hasta volver este infierno un ambiente amigable y familiar. Lo que Isabela había intentado por meses, que era la felicidad de este hogar, lo lograste tú en pocos días. A través de ella y yo, ¿me entiendes? Como dijo Isa, mis padres notaron que yo era feliz. Eso, sumado a la alegría de mi hermana, los puso felices a ellos también. Y fue entonces cuando nos dimos cuenta que pasaría lo que tuviera que pasar, y que en vez de desperdiciar el tiempo llorando debíamos aprovecharlo sonriendo.
-Vaya –suspiré. Todo lo que había dicho parecía completamente sincero y profundo-. Nunca imaginé lo que había logrado.
-Claro, porque no te valoras como deberías –molestó alegre-. Pero yo te voy a ayudar, ¿sabes? Así como nos has ayudado a todos. Yo voy a hacer que te ames –mostró sus dientes en una sonrisa resplandeciente.
-Eso sería increíble.

Pero lo que en verdad fue increíble pasó en el segundo siguiente: Pablo, recostado como estaba, se acercó a mi frente y posó un delicado beso en ella. Yo ni me había inclinado de la silla, fue totalmente desprevenido. Millones de mariposas sueltas en mi estómago volaron como locas. Y eso que ya las había logrado calmar después de mi llegada a su casa esa tarde.

-Papo… -susurré muy bajo manteniendo mis ojos cerrados.



_________________________
WOW logré subir dos capítulos en un día!!!! Para que vean como las quiero... porque en realidad pensaba guardarlo y tardarme en subir heheheheh (6) pero no resistí!! Ojalá les haya gustado el cap. porque a mí me encantó escribirlo :P

No pude ver si me había equivocado en algo para corregirlo... Si cambiara algo (algo pequeñito) les aviso... Si ven algún error de ortografía o lo que sea y quieran avisarme pueden hacerlo :D

Cualquier duda o comentario o lo que quiera decir, estoy A LA ORDEN! Dejen un comment o mándenme un email :D adioos adios!

Andrea Pink Mandarina (:
3

CAPÍTULO ONCE. Pablo.

El amigo doctor de mi tía, Francisco Solares (al final me enteré de su apellido), volvió a visitarnos dos o tres veces luego de su última visita. En la última cena hasta nos llevó flores, o quizás eran sólo para mi tía, no lo sé. Lo más interesante en su físico eran sus bonitos ojos grises.

Una de esas tardes cuando él nos visitaba, yo estaba hablando por Messenger con Mariano. Él, por supuesto, se había puesto muy feliz por la lap top. Me estaba contando cómo le había ido con Ceci. Me dijo que habían tomado un café y luego caminaron por todo el lugar conversando. Mariano estaba enamorado. Pensando en él me recordé que su cumpleaños también se estaba acercando, así como el de Marcela, pero ya que ellas no me hablaban no había nada que hacer. Aunque pensé que le podría hacer una tarjeta de todas formas. A Mariano tendría que darle un pastel también, por lo menos, ya que había sido un amigo increíble. Fue por eso que le pregunté cuál era su sabor favorito, y me dijo que respecto a helados, el de galleta, respecto a dulces el de mora azul pero respecto a pasteles le encantaban los de frutas. Genial. El que me salía más feo.

Hice una lista de cosas que tenía que comprar en el súper mercado. En ese momento oí la voz de Pablo afuera. Me acerqué a la ventana y pude ver que hablaba con Isabela, pero luego ella regresaba a la casa y él se quedaba en el jardín con su cámara. No tomaba fotos, sólo estaba sentado observando fijamente un punto. Escuchaba música y traía un sudadero mostaza. Desde ese ángulo lo podía contemplar muy bien. Su pelo negro azabache estaba despeinado y sus preciosos ojos entrecerrados. Parecía estar jugando con sus dedos y al mismo tiempo con la cámara. Quería que sonriera.

Pablo era también un buen amigo. Él parecía… cuidar de mí, pero al mismo tiempo un amigo. Y había dicho que era muy bonita.

Un carro pasó por la carretera y Pablo no perdió la oportunidad. Tomó su cámara y capturó el movimiento.

Salí de mi trance y continué con mi lista. Pero me di cuenta que ya la había completado.



El día del cumpleaños de Mariano fue entre semana, así que decoré su escritorio y le puse el pastel ahí. Rodrigo y todos sus amigos también estaban listos para felicitarlo. Entró y le cantamos el “happy birthday”, partimos el pastel, nos reímos de nuestras patéticas tarjetas y todo iba bien, hasta que casi caigo y Santiago me sostuvo.

-Cuidado –sonrió.
-Déjame –intenté desquitarme, pero me tenía sujeta.
-Vamos, calma, te ayudé a no caerte. Si quieres te suelto y te caes en verdad.
-Sólo déjame –continuaba zafándome. Él parecía divertido, y esa diversión me pareció una broma de mal gusto que comenzó a empañar mis ojos. Ese chico había destruido mi vida ahí.
-Déjala en paz –dijo Mariano. Entonces Santiago me soltó y dijo algo así como “no parecías tan difícil la otra noche”. Me solté del abrazo protector de Mariano y comencé a gritar.
-¿La otra noche? ¿Hablas de la noche en que me usaste? ¡Me emborrachaste y luego hiciste quién sabe qué! –así estaba confirmando todos los rumores de la clase.
-Haznos un favor a todos y no te pongas a llorar, Regina.
-¡No me digas qué hacer! ¿Y qué si lloro? Nunca había llorado tanto hasta que te conocí. Ni siquiera sé por qué lo hago, es un desperdicio de lágrimas.
-No parecías pensar así de mí la otra noche –repitió la frase sólo cambiando las palabras de en medio.
-Es porque no había visto lo imbécil que eras. Me arrepiento demasiado de lo que hice. Esa noche fue una pérdida de tiempo, absolutamente. Chicas –dije volteándome-, lo siento mucho, en serio –ahora lloraba sin control. Qué vergüenza. Parecía una niñita llorando mucho, y lo peor que enfrente de Pablo. Las chicas se me quedaron viendo atónitas.
-Me largo –oí a Santiago.
-Lárgate de este colegio –le solté. Se acercó a mí y yo le pegué con mi bufanda. Comenzó a reírse de mí y yo lo fulminaba con la mirada-. Bea, perdóname. Marcela, lo siento. A todas les digo esto.

Bea comenzó a acercarse. Santiago la miró con una cara de autosuficiencia. Y Bea hizo lo inimaginable.

-Eres un idiota –y una sonora cachetada se escuchó por todo el salón.
-No lo hiciste –murmuró Santiago.
-Ya basta –intervino Rodrigo-. Sólo vete a sentar –Santiago se fue de ahí y yo continuaba limpiándome las lágrimas. Gracias a Dios todavía no llegaba la maestra de ciencias.
-Te atreviste a gritarle –me dijo seriamente Beatriz.
-Te atreviste a llamarlo idiota –sonreí tímidamente.
-¿Quieres que te acompañemos al baño? –ofreció Daniela.
-No, puedo ir sola, gracias –contesté amablemente.

Salí de la clase intentando que los profesores no me miraran. Llegué al baño y me tranquilicé. Cuando salí, Pablo estaba sentado en una silla cercana. No me dijo nada, sólo una leve sonrisa. Se levantó y regresamos a la clase, con su mano suavemente apoyada en mi hombro izquierdo.

Pero ese día no fue sólo tristeza y enojo, porque mis amigas me perdonaron. Dijeron que hace tiempo que planeaban hacerlo, pero no estaban seguras de si después de un mes volvería a hacer locuras con Santiago. Bea me dijo que definitivamente ya no le gustaba. Les conté la idea de DIMBRIM, que eran las iniciales de nuestros nombres contando a Isabela desde la noche de la pijamada. Les pareció genial, y Daniela e Inés ya parecían de nuestro grupo a la hora de recreo y almuerzo. Pude sentir una ola de alivio cuando me di cuenta de lo que hacía: reía sin control reunida en un círculo de amigos, contando ya a las DIMBRIM. Santiago no me importaba en absoluto. Pablo se miraba feliz que yo estuviera feliz.

-Gracias, Pablo.
-¿Y por qué?
-Por acompañarme regreso a la clase –y nos echamos a reír.



Llegó la tarde y tuvimos la suerte que ese día no nos dejaron tareas. Estaba haciéndole cariñitos a JellyYogurt mientras leía un libro. “Clic”, sonó cerca de mí.

-Creí que la sesión de fotos había terminado –intentaba taparme con el libro.
-A esto lo llamo “fotos desprevenidas” –dijo él riéndose de mi foto. Pero paró de reírse-. Saliste muy bien. Qué raro, en casi todas mis “fotos desprevenidas” la gente sale vergonzosa. Una vez, Andrea tenía un spaghetti en la boca y se rascaba un ojo.
-Bueno, es difícil no salir bien si lo único que haces es leer un libro tranquilamente.
-De todos modos pienso que saliste bien –y sus ojos brillaron. Había salido de su jardín y entrado al mío.
-Gracias. ¿Y qué haces tomándome fotos? ¿Estabas aburrido o algo?
-¿Crees que tomo fotos por aburrimiento? ¡Las tomo porque me encanta hacerlo!
-De acuerdo, me equivoqué. ¿Pero por qué a mí?
-Regresamos con lo de la autoestima baja –dijo poniendo sus ojos en blanco.
-Lo siento, creo –me disculpé.
-¡No te disculpes! –se detuvo un momento-. ¿Cuál es tu película favorita?
-¿Y qué relación tiene eso con lo que hablábamos de la baja autoestima? –me reí mucho.
-No lo sé, sólo quiero saber.
-Hm… No tengo favorita, pero me gustan mucho las extranjeras. ¿Has visto Todo por Rosanna o Elsa y Fred? Me gustan mucho.
-No las he visto. Algún día las veré y te contaré que tal me parecieron. Yo tampoco tengo película favorita, a decir verdad –continuó-. Ni libro favorito, pero me gusta leer.
Chocales! ¿Y dulce favorito?
-Ositos de gomita –rió-. ¿El tuyo?
-Los chocolates –le conté. La conversación continuó con nuestros “favoritos”. A él le gustaban los deportes pero no era un fanático a la hora de verlos, precisamente. A mí… ni me gustaban ni los veía. A él le parecía tonta la saga de Twilight y le gustaba la de Harry Potter, El Señor de los Anillos y muchas otras. Yo ya me había leído los cuatro libros de Crepúsculo pero también me gustaban las otras sagas que había mencionado.
-¿Por qué te gusta Twilight (Crepúsculo)?
-No lo sé, nos gusta a todas las chicas, supongo. También a algunos de los chicos.
-Cierto. Tengo un amigo que se leyó el primero, pero luego no continuó. ¿Te gusta Edward? –me miró sospechosamente.
-Soy más de Jacob, el moreno –admití.
-Ya veo –de pronto cambió de tema, algo que solía hacer muy a menudo-. Menuda cachetada la que le dio Bea a Santiago, ¿no? –y cambié de cara.
-Se lo merecía –dije repentinamente enojada.
-Oye, tranquila –me calmó con suavidad-. Por supuesto que se lo merecía. Pero al menos gracias a eso ahora vuelven a ser amigas.
-En eso tienes razón. Este año ha sido algo movido, ¿verdad? Deberían haberme enviado a un internado y evitarles sufrimiento a ustedes inocentes –Pablo rió con mi loca salida. Lo bueno de estar con Pablo era que se tomaba las cosas con seriedad pero al mismo tiempo era risueño.
-No retrocedería el tiempo por nada en el mundo.
-¿Lo dices en serio?
-Completamente.
-¿Y nunca has deseado retrocederlo por algún motivo?
-Nunc… -se detuvo-. A veces.
-¿Puedo saber cuándo? –ojalá mi curiosidad no lo alejara.
-Cuando el doctor le dio el diagnóstico a Isabela. Desearía quedarme estancado en el tiempo un mes antes de saberlo.
-Lo siento mucho –me entristecí.
-No importa –volvió a detenerse-. No sabes lo difícil que es… Daría todo el oro del mundo por ser yo en su lugar –fue ahí cuando tomé su mano firme y rápidamente-. Tranquila, yo no tengo nada malo en mí todavía –me tranquilizó con una sonrisa.

Sabía que me había delatado. Me había delatado al demostrar mi preocupación a esa situación imaginaria. Pero no quería que pensara que Isabela no me importaba y en cambio él sí y mucho; de todas maneras no pude explicarme y guardé silencio, no sin antes soltar su mano lentamente.

Nos quedamos en silencio un momento y luego, de la nada, comenzó a reírse. Ese chico era raro. Sonrisas, risas y buen humor. A mí se me contagió la risa. Nos observábamos. De pronto llevó su mano derecha a la altura de mi ojo izquierdo, y frotó con delicadeza su dedo pulgar contra mi piel, como quitándome alguna mancha de maquillaje corrido.

-Dirás que vuelvo con lo de la autoestima baja… -comencé-, pero, ¿por qué disfrutas hablar conmigo y ser mi amigo? Yo no soy la mejor de las personas.
-No eres mala, Regina –suspiró mirando hacia otro lado.
-¿Cómo lo sabes? –bajé mi vista.
-Bueno, simplemente porque yo no me junto con gente mala –volteé a verlo y pude ver una pequeña sonrisita de las suyas asomarse en su boca.



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Capítulo número... ONCE!!! Ya pasaamos del diez :D wohoo
hahaha son bromas ^^
Pues espero que les guste y espero sus comentarios!!! Los comments llenan de luz este blog ;D

Por cierto... no sé cómo llamar a este capítulo :S quiero que tenga relación a Pablo verdad, pero no se me ocurre nada, porque lo único que tengo en mente son frases muy largas. Qué nombre creen que le va?

NUEVA ENCUESTA!!! Abajo de la que ya estaba :D vayan a contestarla!!

Mañana tal vez publique, aunque no estoy cien por ciento segura porquee voy a salir! Pero ahorita ya comencé el nuevo capítulo para adelantar :D Miren que se los hago súper largos! Si no logro al menos 4 hojas de word no publico ^^