Melinda Haynes dijo:

"Forget all the rules. Forget about being published. Write for yourself and celebrate writing".


Seguiré el consejo de Melinda Haynes.

19 de diciembre de 2009

3

CAPÍTULO TRES. Arena Blanca.

-¡Buena suerte hoy, Regina! –gritó mi tía (seguía sin llamarla solo por su nombre) desde la puerta de entrada. Todos en el autobús la escucharon, sin duda.
-Sí, gracias… -intenté responder lo más bajo que pude.

El autobús era amarillo y grande, como todo bus de colegio. Ya todos estaban subidos en él, pues mi casa era la última parada. Entré completamente y todos se me quedaron viendo. Supuse que sería así, pues en un pueblo es raro si hay nuevos estudiantes. Lo promedio es uno por grado o nada, según me dijo mi tía. Ignoré las miradas y me senté en el segundo asiento, que estaba vacío. Estaba a punto de preguntar al chofer por qué no arrancaba cuando me fijé que mi amada vecinita estaba saliendo de su casa. Llevaba una diadema color rosado intenso con una gran flor en ella. No combinaba nada con el uniforme. Todos saben que una blusa blanca con corbata azul acompañada de una falda cuadriculada azul con negro no va con ese rosado tan fuerte que tenía en su diadema. Además llevaba el suéter y el chaleco gris, unos guantes y una bufanda. Por favor, ni que tanto frío estuviera haciendo. Yo apenas llevaba mi suéter y mi falda la había subido tanto que una monja se desmayaría al verla. Pero mis calcetas iban altas, así que eso lo proporcionaba.

Detrás de Isabela venía alguien más. No me equivoqué cuando dije que tenía un hermano mayor. Era parecido a ella. Calculé que tenía más o menos mi edad, medía como 1.75 y su pelo era negro, liso y ligeramente despeinado. Era muy blanco como Isabela, pero sus ojos no eran negros, sino de un bello azul oscuro. Podría hacer anuncios sobre cirugías de nariz, no en el “antes” sino en el “después” de una cirugía, pues su nariz era perfecta. Aunque delgado, supuse que hacía ejercicio. El traía encima de su chaleco un saco gris oscuro, distinción que usaban los chicos a partir de tercer curso en ese colegio, según también me dijo mi tía. Era muy guapo. Y cuando una integrante del Grupo X (no por haberme mudado había dejado de pertenecer) califica a un chico como guapo, es porque lo es en verdad.

-Estás sentada en mi asiento –dijo una voz que me sacó de mi trance.
-¿Disculpa? –Volteé a ver quién era, y no me sorprendió ver a la niña más atrevida del universo entero-. Ah, hola, Isabela.
-¡Vamos! ¡Muévete! –me presionó.
-Hey, cálmate. ¿Qué no te puedes sentar en otro asiento?
-¡No! Ese es mi asiento.
-De acuerdo, ¿y dónde quieres que me siente yo? –le pregunté.
-No lo sé, ¡pero ese es mi lugar!
-Basta, Isa –dijo una voz ronca y cansada por detrás.
-Pablo, no es justo, que se quite de mi sitio –le lloriqueó Isabela a su hermano.
-Este lugar no es de nadie –luego me miró y me sonrió, pero no sentí que esa alegría le llegara al resto del rostro-. Hola, soy Pablo. Disculpa a mi hermana. Vamos, Isi, ven conmigo.
-Eh… -comencé a decir yo-. Soy Regina. Y lo siento, Isabela, prometo que mañana no ocuparé tu lugar –le dije algo apenada. Pablo dijo un pequeño adiós (¿qué le pasaría que se miraba tan triste y decaído?) e Isabela se despidió a regañadientes de mí. El resto del viaje fue tranquilo. Me di cuenta que no solo Pablo era guapo. Cuatro o cinco chicos más del autobús eran apuestos. Tal vez no como él, a excepción de uno. Pero los otros iban muy por arriba de entrar en la categoría de feos. Así pasaron los quince minutos de recorrido y llegamos al colegio.

Un gran portón verde se abrió para dejar entrar al bus escolar. Vi dos edificios, seguramente primaria y secundaria, de unos tres pisos cada uno. Pensé que había sido muy tonta al negarme hacer una visita antes del primer día. Quedaría como una completa ridícula si me perdía. Me bajé del autobús y no me fijé en nada más que no fuera los estudiantes para seguir a los chicos grandes al edificio adecuado. Siguiéndolos llegué al edificio de la derecha. De acuerdo, ahora estaba en el lugar correcto, ¿pero cuál era tercer curso y la sección que me había tocado? Pensé en ir a la recepción para preguntar, pero después vi a Pablo y su grupo de amigos que también parecían de mi edad. Los seguí y entraron a una clase que decía Tercer Curso. No tenía sección. ¿Será que había tan pocos estudiantes que una clase bastaba para el grado entero? Mi nombre estaba en la lista de nombres de la puerta, así que entré ya más aliviada. Ahora debía escoger asiento. Recé para que no hubiera una Isabela tamaño mío que llegara a decirme que me moviera. Me senté a solas en un lugar que parecía aislado del resto, y después oí una voz que se dirigía a mí.

-¡Hola! –Se escuchó con entusiasmo. Volteé a ver y una chica morena, de pelo y ojos negros y que era más pequeña que yo, tal vez unos ocho o diez centímetros menos, me sonrió. Tenía una sonrisa impactante.
-Hola –dije yo con menos entusiasmo.
-Me llamo Beatriz; todos me llaman Bea. Te vi aquí sola y pensé que querrías algo de compañía.
-Yo soy Regina. Algunos me llaman Regis, Regs o Reggie… no importa, dime como quieras.
-Regs me gusta –intervino una voz a mis espaldas. Una chica más pequeña todavía, que seguro no superaba los 1.60, me miraba. Su pelo era rizado y rubio. Sus ojos eran una mezcla de verde y gris y destellaban brillo y picardía-. Hola, mi nombre es Marcela.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué dos chicas de la nada se acercaban a hablarme? Eso era algo que mi grupo en la ciudad nunca haría.

-Bien –fue lo único que se ocurrió decir.
-Deberías bajarte la falda –dijo Beatriz-. Debe estar a la altura de la rodilla. Un poquito más arriba es el límite, pero no quince centímetros.
-Oh, lo siento –fingí y luego puse mis ojos en blanco. Así que no eran dos chicas, sino dos monjas que venían a sermonearme de cómo vestirme bien-. Tú deberías hacerte un mejor maquillaje, así no se te verían esas manchas que tienes en la cara –me defendí. Pero Bea solo se rió.
-Hey, tranquila. No es para tanto, solo lo decía porque los profesores te regañarán si te ven así.
-Pues que se acostumbren –dije retadora.
-De acuerdo, tenemos una chica rebelde en la clase –comentó Marcela.
-¿Dónde vivías antes, Regina? –preguntó Bea antes que pudiera intervenir en lo que Marcela dijo.
-En Guatemala; la ciudad, quiero decir.
-¿Y por qué te mudaste? –continuó.
-Mi madre creyó que sería mejor para mí porque… ella piensa igual que Marcela. Dice que soy una rebelde –las chicas comenzaron a reírse.
-¿Estarás aquí todo el año o solo un mes? –interrogó Marcela.
-El año entero… -y volví a mi pesimismo y depresión. En un año podían pasar tantas cosas. Daniel podría encontrar a alguien más, por ejemplo. Marcela y Bea quizás notaron lo difícil que sería esto para mí, por lo que Bea dijo:
-Vamos, tranquila. Ya verás cómo se pasará de rápido. Además te divertirás mucho con nosotras.

El día comenzó con el saludo de mi maestra encargada, la Sra. Martínez. Tenía como cuarenta años, quizás cincuenta. Era baja y algo gorda. Tenía algunas canas mal disimuladas con un tinte que no era de su color natural. Pero era simpática. Hasta que me dijo que pasara a presentarme. Quería asesinarla. Me paré enfrente de esos treinta chicos que me miraban fijamente. Hice mi presentación y luego la señora Martínez me llamó la atención acerca de mi falda. Le dije que era una suerte que yo llevara a todas partes hilo y aguja, así que lo arreglaría al instante. La pobre señora no captó mi sarcasmo, y creo que nadie lo hizo a excepción de dos o tres en el salón. Pablo, el hermano de Isabela, lo entendió y se rió un poco.

La mañana se fue alargando. Mi horario contaba con tres períodos de clase, un período libre y luego recreo. Más tarde cuatro períodos de clase y sería la hora del almuerzo. Y después del almuerzo, un período más y el día terminaba. Yo solo esperaba a que llegaran los descansos.

En el recreo Marcela y Bea me preguntaron si las quería acompañar. Les dije que sí, pues no tenía nadie más con quien estar. Salimos a las canchas techadas pero sin paredes. La cafetería estaba a la par. Me contaron que todos se sentaban en las canchas a comer, cuando antes eso estaba prohibido. Pero los profesores se cansaron de castigar lo que los estudiantes preferían y luego se los permitieron. Marcela y Bea se dirigieron a un grupo de dos chicos y una chica de nuestro grado. Uno de los chicos era bajo y delgado. Tenía una cara bonita, con sus ojos café claro y una naricita de bebé. Pero como dicen, las apariencias engañan. Jamás conocí a alguien tan divertido e hiperactivo como él. El otro chico era de mi tamaño, 1.69. Tenía piel bronceada y su pelo café estaba despeinado. A él lo reconocí como uno de mi lista de chicos guapo. La chica era de estatura mediana y su cabello era corto y rubio sucio. Unos ojos café con gris, o algo así. Se llamaban Mariano, Rodrigo y Mari, respectivamente. Nos presentamos y me hicieron sentir incluida, sin preguntas incómodas o algo por el estilo.

Estábamos hablando acerca de las clonaciones, tema que salió de la nada cuando conversábamos sobre qué hicimos en las vacaciones, cuando me dispuse a ver alrededor del grupo. Reconocí algunas caras del autobús y otras de mi clase. En ese momento solo secundaria tenía recreo. Primaria lo había tenido anteriormente. Vi a Pablo, que estaba sentado con tres chicos y dos chicas. Seguía teniendo una mirada triste y vacía, viendo hacia ningún punto en especial, sumido en sus pensamientos. Sus amigos conversaban con energía, pero aunque él no participara en la plática, no lo mantenían apartado, como quizás hubiera hecho mi… el Grupo X. “Por favor”, me dije, “ellos son mis verdaderos amigos”. Sonó la campana y todos comenzamos a levantarnos. Volvía fijarme en Pablo y su grupo de amigos, y vi como uno de los chicos le pasaba un brazo por encima del hombro. ¿Qué estaba pasando?

El día pasó muy rápido y llegó el último período. Para esa hora ya casi conocía a todos los chicos de mi clase. Llegó la hora de arreglar las cosas para irse a casa, y no podía estar más de acuerdo en realizar esta acción. Guardé mis libros en mi casillero y recogí mis lapiceros. Los guardé en mi estuche turquesa y las tareas las metí en mi bolsón. En mi colegio anterior casi nunca realizaba mis tareas. Las copiaba o le pedía a los nerds de la clase que me las realizaran. Ellos aceptaban gustosos, pues les halagaba que alguien del Grupo X se acercara a “hablarles”. En cambio, en este lugar todo era diferente. No porque no hubieran nerds, sino porque yo no quería que alguien más realizara mis tareas. Tal vez era ridículo, pero quería demostrarles a estas personas que yo podía hacer las cosas bien. ¿O era a mí misma a quien quería demostrar eso?

Subí al autobús y de nuevo me sentí perdida. Isabela volvería a pedirme que me moviera de “su lugar”, ¿pero dónde rayos me sentaría yo? Respiré aliviada cuando vi que Mariano y Rodrigo venían platicando atrás.

-Hola, Regs –saludó Mariano. Bea ya les había pasado el chisme de que me llamaran así.
-Hola, chicos. Mm… ¿les molesta si me siento con ustedes?
-Para nada –contestó Rodrigo, sonriéndome. Estos chicos eran increíbles.
Nos sentamos y ellos siguieron con la pequeña conversación que llevaban. Luego me comenzaron a interrogar sobre quién era yo y esas cosas.
-¿Vienes de la ciudad, entonces, no? ¿Difícil mudarte a una hora y media más lejos de todo lo que conoces? –comenzó Mariano.
-Sí a tus dos preguntas –respondí-. Es muy difícil, más si no conoces a nadie. Pasé un mes entero encerrada en la casa de mi tía.
-¡Vaya! Si lo hubiéramos sabido, te habríamos dado la bienvenida –dijo con sinceridad Rodrigo.
-No se preocupen. He sido una completa ermitaña estos días.
-Es de suponerse no querer ver a nadie si estás pasando por algo así –dijo con voz seria Mariano.
-Ya va Mariano… Se las lleva de psicólogo, no le hagas caso, Regina.
-¿Quieres ser psicólogo cuando seas grande o algo así? –le pregunté a Mariano.
-No en realidad. La verdad estoy inseguro sobre qué estudiaré en la universidad. Tal vez sí termine en Psicología.
-O en el psiquiatra –bromeó Rodrigo. Reímos y luego me preguntaron que me gustaría estudiar a mí.
-No tengo idea. A mi madre le gustaría que estudie Ingeniería.
-Debes ser muy inteligente si te propone que estudies eso –apuntó Rodrigo.
-Lo sé. Y no es por presumir, pero lo soy. El problema es que no tengo motivaciones y el colegio nunca ha sido una prioridad para mí.
-¿Y tu padre? ¿Qué quiere él que estudies?
-Pienso que apoyaría a mi madre… Él falleció hace dos años –les conté.
-Oh –dijo un tenso Rodrigo, quien fue quien hizo la pregunta-, lo siento.
-Yo también –intervino Mariano.
-Vamos, no se preocupen. Entonces, Rodrigo, ¿tú qué estudiarás? Noté que hoy pasaste todo el día defendiendo a los débiles –dije bromeando-. ¿Quieres ser abogado?
-Acertaste –contestó ya más relajado-. Derecho. Quiero ser un abogado que sí cumpla con la justicia.
-¡Eso es genial! –exclamé-. Al menos ya estás seguro de lo que seguirás.
-Sí… Mis padres no están muy de acuerdo, pero después de todo es mi decisión, no la de ellos.
-Hey, Regina –me habló Mariano-. ¿Por qué te mudaste?
Esa era la pregunta que estaba esperando que no hicieran. Pero ahora tenía que responder.
-Mm… Problemas en casa –fue lo primero que dije-. En mi antiguo hogar tenía un grupo de amigos algo privilegiado y fiestero. Mi madre cree que soy una rebelde y que necesito componerme. No sé por qué pensó que lo haría aquí.
-Tal vez porque pensó que aquí no eres nadie, sin ofender –opinó Rodrigo. Y se sintió como si no hubiera querido ofender.

“Pensó que aquí no eres nadie”. Que frase tan cierta. Aquí no era absolutamente nadie para mandar o presumir, aquí tuve suerte que me aceptara un buen grupo de chicos, aquí volvería a comenzar lo que comencé hace años para entrar al reinado del Grupo X. Pero es que no quería volver a hacerlo. Bueno, una parte de mí no quería, porque la otra parte rogaba regresar a mi vida pasada, o rehacerla en este lugar.

-Sí, creo que tienes razón –admití.
-Rodrigo idiota –dijo Mariano y le dio un manotazo-. Eres alguien para nosotros, Regina.
-Gracias, Mariano. Pero no me ofende lo que dijo Rodrigo porque, ahora que lo pienso, tal vez esté de acuerdo con él.
-No lo hice con intención de ofender tampoco –comentó Rodrigo mirando enojado a Mariano. Luego cambió de su cara de dolor y enojo a una de curiosidad-. ¿A qué te refieres con “grupo de amigos algo privilegiado”? ¿Al dinero?
-Sí, pero no solo a eso –le conté-. Somos… era de los populares, de los que todos desean pertenecer algún día. Frívolos, presumidos, vanidosos… Los que consiguen todo lo que quieren. Los que tienen abiertas las puertas de todos los lugares de moda, los que tienen cientos de fiestas los fines de semana y, a veces, entre semana. Los que tienen miles de chicos o chicas babeando por ellos, y miles de ex novios o ex conectes o ex agarres, también –al decir esto me sentí algo avergonzada. No era muy halagador al describir que perteneces a un grupo de gente así…
-Ah, ya veo –dijo Rodrigo, asintiendo. Luego me miró y preguntó-: ¿cuántos novios has tenido tú? –Recapacitó sobre lo que dijo y agregó rápidamente-: no me contestes, fue una pregunta estúpida.

Y preferí no contestar, porque no consideraba a ninguno de los chicos de mi pasado como novios. Tuve dos, pero no eran novios de verdad, solo me querían para besarme. Y, aparte, unos siete u ocho ex conectes, y unos cinco chicos con los que me besé sin compromiso. Al pensar esto, me sentí como una zorra.

Rodrigo vio que me había incomodado, y miró a Mariano para que dijera algo más.
-Así que fiestas y lugares de moda… -empezó él-. ¿Cuántos eran en tu grupo?
-Estaban Natalia, Gaby, Jimena y Marisa; Santiago, Diego, Daniel y Mario. También Carlos, pero él no era uno de los nuestros, exactamente.
-Son muchos para ser un grupo privilegiado –comentó Mariano de nuevo.
-Lo sé, pero es difícil no llevarnos bien.
-¿Y vendrán a visitarte algún día? –preguntó Rodrigo.
-Pues… sí, tal vez sí –mentí. No me imaginaba a mis amigos viniendo tan lejos solo para verme. Llegamos a la primera parada de regreso, mi casa. Era lo mejor se la primera y última parada de manera conveniente-. Bueno, chicos, la pasé muy bien con ustedes durante el regreso. Gracias por… por aceptarme –dije. Yo jamás lo hubiera hecho, y estaba agradecida de que alguien lo hacía conmigo.
-Ni te molestes –sonrió Mariano.
-Hasta mañana, Regs –se despidió Rodrigo.

Y me bajé del bus, con Isabela delante de mí y Pablo más atrás. Cuando el autobús se fue, yo iba directo a mi casa. Pero de pronto Isabela comenzó a hablarme, ya más alegre que en la mañana, tal vez porque no le estaba quitando su lugar.

-¿Te gusto tu primer día en el colegio, Regina?
-Fue mejor de lo que imaginé –admití.
-¡Me alegro! –sí parecía alegrarse-. Nos vemos mañana, entonces.
-Claro –le sonreí-. Adiós –y me despedí de ella y Pablo moviendo la mano. Menos mal el día fue mejor de lo que imaginé, porque debía empezar a acostumbrarme a esto.



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Aquí está el tercer capítulo! No creo que publique el cuarto mañana, quizás hasta el lunes o martes!

Busquen a la derecha una pequeña lista de blogs que recomiendo... están muy buenos! Tres son historias bastante cool; hay otros tres que no son historias: Icon Version está BUENÍSIMO. Dos chicas "resumen" películas con diálogos chistosísimos y caritas como ¬¬ y ^^. Si les gusta twilight aprovechen porque ahorita ya completaron ese y luna nueva! Recetas para la felicidad es el otro blog que no es historia. Está simplemente hermoso!! Tiene solo una entrada, pero ya me hice seguidora. Te llena de optimismo! Si estás deprimida no dudes en ir a ese blog. El cáncer es una enfermedad... no el fin del mundo es el tercer blog. Les tengo que decir que está muy bueno. Tiene información, consejos, noticias y motivaciones para las personas que tienen cáncer. Se los recomiendo demasiado, pueden ir ahí e informarse de miles de cosas que probablemente no saben, o simplemente recomendárselo a alguien que tiene esta enfermedad y se de cuenta que puede recuperarse.

3 comentarios:

Marcy dijo...

Hola!!
Bueno pues paso por aqui esta muy buena tu historia y eso del nombre delperro me gusto creo que le cambiare de nombre a mi perro haha bueno espero sigas pasando por mi blog y te sigo ok bye:)

Marcy dijo...

Por cierto si quieres que publique tu blog solo escribe ami correo que es mar_flo@live.com.mx o dejame un comen:)

Lizeth Rojas dijo...

Hola!!bueno,gracias x recomendar mi blog y pasar a djar comentario,te agradesco que me dijeras lo que le falta a mi blog,lo cambiarè.
Y bueno,tu blog esta genial,sigue escribiendo ok!!
suerte...