Melinda Haynes dijo:

"Forget all the rules. Forget about being published. Write for yourself and celebrate writing".


Seguiré el consejo de Melinda Haynes.

2 de junio de 2010

13

CAPÍTULO VEINTISÉIS. La frase de Groucho Marx.

¿Iba a soportar estar con Luisa? Lo dudaba. Así que, cortésmente, le dije a Pablo que pronto recibiría respuesta de tan agradable invitación (a lo que él se rió) y me despedí excusándome con que tenía que visitar a Isabela. Luisa se quedó desconcertada y no pude ver más pues me negué a girar mi cabeza durante mi camino a casa de Pablo.

-¿Isa? ¡Hola! ¿Cómo te sientes?
-Hola, Regina –me sonrió dulcemente-. Bien, aunque algo cansada. Me compré una revista, ¿ves?
-Siempre he amado las revistas. ¿Ya la terminaste de hojear? ¿Puedo? –me incliné a tomarla mientras ella asentía. Era una revista de moda en francés con traducciones en inglés que más parecía pertenecer a una adolescente que a una pequeña, pero agradecí que la tuviera pues así yo también podría leerla.

Pero la revista era lo de menos en ese momento. Isa estaba pálida y llevaba un gorro, pues algunos pocos mechones habían empezado a caérsele. Además, tendría su próximo tratamiento de quimioterapia en dos semanas.

-Ese gorro que traes te queda muy bien –la halagué. Y era cierto, aunque siempre hubiera sido mejor no necesitarlo.
-Gracias. Deberías ver… Mamá me ha comprado algunos más. También tengo pañuelos con estampados muy bonitos.
-¡Qué genial! Yo podría prestarte uno de Louis Vuitton, es completamente original.
-¿En serio? Guau, me encantaría –metió su mano en el pequeño plato de fresas que tenía entre sus piernas y escogió la mejor-. ¿Quieres?
-No, gracias, Isa –sonreí-. Ya comí algo en casa.
-Ah, no importa. Oye, ¿y Pablo?
-Creo que se quedó con Luisa afuera –respondí amargamente. No me sentía así porque estuviera celosa y desconfiara de Pablo, sino porque simplemente Luisa debía darnos nuestro espacio.
-¿Y qué hace con Luisa?
-No lo sé, ella sólo se nos acercó.
-No te cae bien, ¿cierto? –indagó.
-Me caería muy bien si supiera dejarnos a solas al menos un momento –reí fingidamente.
-A mí tampoco me agradaría. ¿A Pablo le cae bien?
-No lo sé –pensé-. Supongo.
-Ah.
-¿Qué piensas? –quise saber, pues parecía como si guardara un secreto.
-Nada, nada, es que todo eso se oye muy complicado.
-¿Segura? ¿No hay algo que debería decirme?
-Bueno… ¿Prometes no decir nada? ¿Lo juras, Regina?
-Juradísimo.
-De acuerdo. Pablo y ella pasan mucho tiempo al teléfono. Además, un día, y que conste que no es meterme en sus cosas, cuando él se levantó de la computadora y dejó abierta su conversación con Julio, pude leer que hablaban de Luisa y decían que estaba más bonita que la última vez.

No sé qué cara puse. Seguro no era una muy buena, pero no pensaba en eso en ese instante.

-¿Estás…? –Respiré hondo-. ¿Estás segura, Isabela?
-De lo que leí, segurísima. Y cuando habla por teléfono se dirige a una Luisa. No lo sé… ¿Y si es otra Luisa?
-Claro, podría ser otra –traté de convencerme-. Oye, Isa, creo que debo irme. Prometo visitarte luego. ¡Espero que te sientas mejor! Nos vemos –le di un beso en el cachete, le robé una fresa y dije adiós con la mano.
-¡Oye! –Exclamó por el robo-. No importa, de todos modos ya no quería. Adiós, Regina, y si no vienes pronto ¡juro hacerte daño! –la oí gritar cuando yo ya estaba en el primer piso. “Vaya niña”, pensé. “’Juro hacerte daño’, qué inocente es”. Pero ni esos tontos pensamientos lograron tranquilizarme un poco.

Salí al jardín y vi que Luisa y Pablo ya se habían trasladado al de él. Pablo miraba un punto lejano y Luisa sonreía como muñeca plástica.

-¡Hola! –me saludó él.
-Hola, chicos. Lo siento, no me quedo, tengo mucho en qué pensar –y así, dejándolos perplejos, más a Pablo, casi volé hacia mi habitación.

No sabía qué pensar. ¿Sería cierto lo que Isabela me había dicho? ¡Pero si tan sólo hace muy poco Pablo me había dicho que me esperaría por siempre y todas esas cosas bonitas! Y que con Luisa no había sentido nunca algo tan fuerte. Pero debía desengañarme. En mi interior siempre había sabido que todo eso eran promesas adolescentes, incluso lo supe cuando él me lo dijo, pero en ese momento quise convencerlo que confiaba en él y, por lo tanto, no le negué sus ideas completamente. Aún así, nunca habría creído capaz a Pablo de las llamadas telefónicas y de las estúpidas conversaciones con su amigo sobre lo bella e increíble que es Luisa.

Estaba muy enojada. Tan enojada, que si en ese momento hubiera tenido muñecos vudú de Julio, Luisa y mi novio, definitivamente hubiera hecho brujería. Tan enojada que estaba a punto de romper las fotografías que tenía con él o tomadas por él. Tan enojada que quería salir de nuevo y gritarle a él y a su ex novia. Tan enojada que las lágrimas me salían a borbotones. Y esas lágrimas nublaban mi vista, pero no evitaron que pudiera marcar el número de la persona en quien más podía confiar en ese momento.

-Aló –dijo la voz.
-Hola –intenté opacar mi voz distorsionada por la tristeza y sonar como siempre.
-¿Regina? ¿Ha pasado algo? –Mariano siempre sabía cuándo algo andaba mal, y en ese momento sí lo agradecía.
-Todo es muy confuso –me desahogué.
-Te escucho, cuéntamelo todo.

Una hora y veinte minutos después colgué, con la promesa de mi mejor amigo que pronto estaría en mi casa para ayudarme. Tenía ya once llamadas perdidas de Pablo a mi celular además de muchas otras al teléfono de la casa, y gracias al cielo que tía Ana no estaba entonces pues, sino, habría contestado. Cinco minutos después volvió a sonar y era él, pero yo todavía no estaba tranquila por lo que me rehusé a contestar. Volvió a llamar luego de diez minutos y quizás no estaba mejor pero respondí.

-Hola, Pablo.
-¡Mi amor! ¿Qué sucede? ¿Por qué no contestabas? Pero eso no es importante… ¿Estás molesta conmigo?
-No lo sé. Estoy… No sé cómo me encuentro.
-Pero, ¿qué he hecho? –sonaba desesperado.
-Es algo de lo que todavía no estoy segura.
-Si me lo dices, puedo asegurarte la verdad. No quiero pelear, llevamos muy poco tiempo juntos, y no quiero que sea antes de nuestro segundo mes.
-Tampoco sé si pelearemos, Pablo, pero intento hallarle el sentido a lo que sucede.
-¡Dime de qué se trata, entonces!

¿Debía decírselo? Estaría delatando a Isabela. Pero Pablo no se enojaría con ella, ella era su más preciado tesoro, así que decidí soltarlo.

-¿Has estado hablando con Luisa por teléfono, Pablo?

Silencio.

-Sí –contestó, y mi corazón se volvió de hielo.
-¿Cuántas veces?
-No lo sé, no las he contado.
-¿Más de diez?
-Quizás estimado a diez.
-¿Durante cuánto tiempo? –no pude soportarlo, por lo que comencé a llorar de nuevo.
-No lo sé, unos veinte minutos por llamada, quizás.
-¿Por qué? –Traté de respirar y, antes que pudiera contestarme, le dije-: ¿y has hablado con Julio de lo hermosa que se ha vuelto?
-¿Qué?
-Respóndeme, por favor.
-Julio me lo ha dicho, Regina, ¿qué quieres? ¿Que le diga que cambie sus gustos?
-¿Y tú se lo has negado?
-No, pero tampoco he dicho que me guste. Es como si tu dijeras que un chico te parece atractivo. No por eso significa que lo ames.
-Y si hablo por celular seguido con ese chico que me parece atractivo, ¿qué pensarías?
-¡Luisa es quién me llama! No puedo mandarla al diablo, te juro que no puedo. Yo no… no podría ser capaz de gritarle o decirle que no quiero que me dirija la palabra nunca más después de lo que ya he hecho.
-De acuerdo, dime qué es ese gran problemas que has ocasionado y por eso ella está herida.
-¡Que me gustes tú!

Ninguno de los dos habló de inmediato, ambos pensábamos a velocidad inimaginable intentando comprender un poco qué sucedía.

-Mira –continuó-, ¿cómo te sentirás tú cuando tu madre venga por ti y debas regresar a tu antiguo hogar? Imagínalo en este instante. Tú te vas, yo me quedo. Entonces alguien más se muda y es bonita, divertida, inteligente, genial, increíble… Perfecta, justo como tú. Yo no quiero, pero algo está sucediendo. Contra mi voluntad comienzo a enamorarme, porque parece que entre más intento alejarme de ella más me gusta. Tras algunos meses de esfuerzo es imposible, ya he caído a ella. Y sucede, simplemente así. Es cuando regresas tú. Tú, la que ha perdido contacto conmigo. Tú, a la que no he contado nada pero ya nada se puede hacer. Vienes y me ves con otra chica. Y te preguntas por qué tú pudiste aguantar un año sin buscar a otro chico con la esperanza de regresar pero yo no he podido hacerlo pues “sucedió simplemente”. Dime, Regina, ¿cómo te sentirías?

El día comenzaba a dar paso a la noche. Acaricié suavemente mi peluche favorito y una flor de Pablo.

-Sé que no tienes la culpa –siguió hablando Pablo-. Es que no la tienes, por supuesto. ¿Quién podría culparte de ser como eres? Fui yo el que lo arruinó. No porque debí haberme quedado esperando a Luisa para siempre ya que, de todos modos, no regresará permanentemente al pueblo. Pero debí habérselo dicho con tiempo, con tacto. Ella lo hubiera comprendido. Además, ella tampoco es culpable, sólo intenta ser mi amiga de nuevo, también tu amiga. Intenta encajar, y es seguro que le cuesta, ha pasado mucho tiempo fuera y tú y ella tienen gustos muy diferentes. Pero no te molestes si me habla, te prometo que se le pasará.
-No es cierto, no se le pasará –respondí-. Dijimos que no tendríamos celos de ningún tipo, pero dime qué pasaría si fuera Antonio el que me llama sin parar. No te gustaría.
-No, es cierto, me sentiría fatal. Pero entonces ayúdame. ¡Qué le digo! No quiero herirla más, ambos tenemos historia. Tal vez no tan fuerte como para haber dejado una cicatriz imborrable, pero la tenemos. Y yo la quiero, como amiga, pero la quiero.
-Pudiste habérmelo explicado.
-Lo siento –admitió.
-Sí, muy bien, lo sientes.
-Pensaré en algo. Lo arreglaré –prometió.
-Claro –susurré.
-Por favor, sonríe, linda...
-Aunque te dijera que estoy sonriendo no me puedes ver y comprobarlo –intenté sonar un poco dura, pues no quería que me llamara “linda” en esos momentos.
-Por supuesto que sí. Te observo desde mi jardín.

Volteé a ver y ciertamente ahí estaba. Pero no tenía ganas de bromear y cerré mi cortina. Pablo sintió este rudo acto de mi parte y no dijo más. Me dolió mucho, y comencé a preocuparme pues mi antiguo orgullo volvía a salir a flote.

-Entonces… -dije.
-¿Todavía está en pie la exposición de autos? –preguntó tímidamente.
-Debo colgar, Pablo.
-De acuerdo. Nos vemos, Regina –desistió.
-Adiós.

Me tiré a mi cama y me enrollé. Quería pero no quería llorar. Había sido dura con él. Él me había dado una excusa, pero yo seguía sin aceptarla del todo. No podía aceptar que no me lo hubiera dicho. ¿Que era tan difícil explicarme lo de las llamadas? Lo de Julio lo aceptaba, no había nada de malo en ello, después de todo. Pero pudo, desde un principio, haberme contado de esa forma esa historia de “tú te vas, yo me quedo”. Al final me decidí por continuar lagrimeando, mientras me preguntaba dónde estaba Mariano. Entonces sonó el timbre.

-Justo ahora me preguntaba dónde estabas.

El carro de la madre de Mariano estaba dando la vuelta para irse y él, mi amigo, parado frente a mí, me estrechó en sus brazos.

-¿Cómo estás? –me analizó.
-Acabo de hablar con él.
-Oh.

Le expliqué todo lo que había pasado. Me consoló e intentó reducir mi enojo y razonar.

-Estoy de acuerdo en qué debió habértelo dicho. Y quizás pedir perdón más de una vez en lugar de excusa tras excusa, pero tal vez es porque estaba pensando cómo resolverlo y no le dio tiempo de disculparse como se debe. Me imagino que lo siente mucho, de todos modos.
-Yo siento haberme portado así con él, pero soy alguien muy difícil y se necesita más que palabras para arreglarlo todo conmigo.
-¿Sabes qué? Estás cansada, se hace más tarde, tu tía no tardará en venir. Date un baño y relájate. Cuando salgas no me habré ido, lo juro.
-Bien –suspiré.

Tras un exquisito baño donde el shampoo, el acondicionador, el jabón para la cara, el cremoso del cuerpo y uno especial para automasaje con esponja me consintieron, salí más fresca y le sonreí a Mariano.

-¡Ya sonríes! Un poquito, al menos. Te preparé un humeante té. Cuidado, está caliente. Además, tómate esta pastilla, la tomé del botiquín de tu tía y creo que te servirá.
-¿Cómo es que eres tan experto? ¿O sólo actúas?
-En parte lo soy y en parte actúo –bromeó-. En realidad, tengo una prima que es casi mi hermana, como tú, y ha pasado por momentos difíciles. He tenido que aprender gracias a ella.
-Se lo agradezco mucho –sostuve el té entre mis arrugados dedos-. Huele delicioso.
-El té es lo mejor –rió.

Pasaron no más de quince minutos cuando la última gota de la taza de cerámica color crema llegó a mi lengua.

-Ahora, a dormir –me reí, pues primero pensaba despedirlo-. Es en serio –dijo-. Duérmete, mi madre vendrá por mí y ni lo sabrás. ¡Vamos!

Lo miré encantada, divertida y dulcemente. Jamás había conocido un chico tan especial como Mariano. Era genial poder decir que era de mis mejores amigos.

-Buenas noches –le dediqué mientras me metía en la cama. Pero no se fue. En vez de eso, puso uno de mis CD’s favoritos, él sus audífonos, acercó la silla de mi habitación a mi cama y me acarició el cabello-. ¿Te he dicho que eres increíble?
-No lo recuerdo –sonrió.
-Eres más que eso. Te quiero muchísimo.
-¿Y crees que yo no? Duerme –y me cerró suavemente mis ojos.

Algunas chicas hubieran preferido tener a una de sus mejores amigas en lugar de un chico, pero yo había escogido confiar en Mariano por diferentes razones. Mis chicas tenían sus propios problemas en este momento o vivían más felices que una princesa, así que sería mala idea arruinarles o empeorarles la vida. Además, ellas querían y aceptaban mucho a Pablo, y hubiera sido difícil ponerlas en contra, o quizás es que yo no quería que lo estuvieran; tampoco es que odiara a mi novio. Después de todo seguía siendo eso, mi novio.

Aún así no era el fin del mundo. Yo estaba llenando de drama en lugar de leche el tazón de cereal que representaba mi vida, pero podía cambiar rápidamente y, además de la leche, agregarle azúcar. Yo era quien decidía si iba a seguir con esa tonta pelea o ponerle un fin. Claro, Pablo también tenía que decidir, pero aquí era yo la doblemente molesta. Por lo menos durante esa noche iba a olvidar mis problemas y descansar, además de agradecer la gentileza de Mariano.



Al día siguiente una nota apoyada a mi lámpara de mesa llamó mi atención. La tomé, pensando que era de mi tía. La letra era de Mariano.

"Cada mañana cuando abro los ojos me digo a mí mismo: mi persona, no los acontecimientos, tiene el poder para ser feliz o infeliz hoy. Ella puede elegir lo que será. Ayer está muerto, mañana no ha llegado todavía. Tengo un solo día, hoy, y yo voy a ser feliz en él".
-Groucho Marx


Inspiradora, hermosa, radiante. Justo lo que necesitaba. Me levantó el ánimo en seguida y el simple hecho de ver el sol me llenó de alegría.



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BEBÉES!! AQUÍ ESTÁ SU CAAAAAAAAAAAP! ALGO tarde no? AGHHH DEMASIADO TARDE, yo sé :S pero aquí está aquí está aquí está aquí está!!

¿Qué les pareció la mini pelea? Bueno, digo mini pero no sé si a ustedes les pareció GRANDI o algo... hahahah me puse a pensaar que odio un poquito a los personajes hombres que parecen ser perfectos, y si los odio un poquito... ¿por qué estoy creando uno? Pablo no es perfecto! NO!! Es un ser humanooo como cualquier otroooo! ¿Quién les parece que tiene la culpa? ¿Creen que Regina exagera? ¿Pablo es culpable? Bueno, yo ya no sé qué pensar... me confundí intentando analizar lo que escribí qué raro HAHAHA ayy me cuentan qué creen ustedes!! Ah, y si les gustó :D

Si el cap tiene algún error, díganmelo! Es que, como siempre, no pude revisarlo de nuevo.

¿Ya vieron las frases inspiradoras que puse? Están en una página del blog, es nueva. Son las mismas que publiqué en mi otro blog, pero puedo ir agregando. Aquí les dejo una:

"Close the door. Write with no one looking over your shoulder. Don't try to figure out what other people want to hear from you; figure out what you have to say. It's the one and only thing you have to offer."
-Barbara Kingsolver